miércoles, 15 de diciembre de 2010

Luces de Trueba

     La última película de Jonás Trueba (y la primera), Todas las canciones hablan de mí,  está llena de referencias literarias. Para empezar, Ramiro Lastra, el treintañero protagonista que pasea sus cuitas de amor por las cuestas de Madrid, ha estudiado Filología Hispánica. Va a publicar su primer libro de poemas y ayuda a su tío en una librería. Como no consigue olvidarse de su exnovia se encama con varias amigas de su círculo. Con una de ellas, y en tanto ambos descansan tumbados de lado en la cama después de haber hecho las bellaquerías, comparte un chicle. Cada uno muerde la pequeña goma de mascar por una punta y la estira hacia sí., de tal modo que sus cabezas se van distanciando
     ¿Qué te parece? ¿No te recuerda a Jardiel Poncela? En Las cinco advertencias de Satanás uno de los personajes dice algo así como que el amor es un chicle donde cada amante muerde por un lado y va tirando de la goma cada vez más hasta que uno suelta su parte y le estalla al otro en la cara.
     En otro momento, en un cuarto en penumbras, el abandonado relee las cartas que en el pasado le escribió su amada, y de repente, ¡zas!, aparece un mechón de su cabellera. "¡Oh dulces prendas por mi mal halladas!, parece decirnos con Garcilaso.
     También hay alusiones a García Lorca, a Milán kundera, a Martín Gaite..., todo en un ambiente muy madriles, con calles y plazas y cafeterías y fuentes.
     Pero sin duda alguna mi momento de mayor solaz es cuando una señora entra en la librería de segunda mano donde ayuda Ramiro, una de esas encantadoras librerías de viejo en que los libros se apilan sin aparente orden. Hay música, hay cachivaches y hay el tío de Ramiro, un viejo librero de enormes gafas y greñas de ceniza. El personaje y el lugar parecen salidos de la obra de teatro Luces de bohemia. El personaje, ya lo habrás adivinado, es el Zaratustra valleinclanesco:

La cueva de Zaratustra en el pretil de los consejos. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato, el loro, el can y el librero. ZARATUSTRA, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente- promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de una silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un agujero. 

     En la peli la señora pregunta por una novela que la librería no tiene, y como insiste en conocer algunos pasajes de la trama del libro, el librero la despacha malhumorado. Ya está. La escena apenas dura unos segundos. Pero el homenaje a esta obra imperecedera te provoca un gozo impagable.
Lee la escena que pintó Valle:

Asoma la chica de una portera.-Trenza en perico, caídas calcetas, cara de hambre.

                                        LA CHICA
 ¿Ha salido esta semana entrega d´El hijo de la Difunta?
                            
                                        ZARATUSTRA
Se está repartiendo.

                                        LA CHICA
¿Sabe usted si al fin se casa Alfredo?

                                        DON GAY
¿Tú que deseas, pimpollo?

                                        LA CHICA
A mí, plin. Es Doña Loreta la del coronel quien lo pregunta.

                                        ZARATUSTRA
Niña, dile a esa señora que es un secreto lo que hacen los personajes de las novelas. Sobre todo en punto de muertes y casamientos.

                                         MAX
Zaratustra, ándate con cuidado, que te lo van a preguntar de Real Orden.

                                        ZARATUSTRA
Estaría bueno que se divulgase el misterio. Pues no habría novela. 


Escapa LA CHICA salvando los charcos con sus patas de caña. El PEREGRINO ILUSIONADO en un rincón conferencia con ZARATUSTRA. MÁXIMO ESTRELLA y DON LATINO se orientan a la Taberna de PICA LAGARTOS, que tiene su clásico laurel en la calle de la Montera.


     Se ve que aquellos tétricos novelones por entregas entusiasmaban a la gente. 
¿A ti qué te parece? Y Valle, ¿no es para entusiasmarse?
     En clase, cuando les hablo a los alumnos de alguna novela que no han leído siempre refunfuñan, porque no les cuento el final. Son como esa Doña Loreto la del coronel. Pero yo nunca desvelo el final. Estaría bueno que se divulgase el misterio. Pues no habría novela.

lunes, 6 de diciembre de 2010

El nuevo Quijote

¿Estás en apuros? ¿Necesitas unos pantalones urgentemente y las tiendas todas están cerradas? ¿Un amigo ha decidido encallecer tus oídos con un disco de Léo Ferré? ¿Otro te ha robado las pantuflas y el forro polar de andar por casa? No te preocupes, todos tus problemas tienen solución. ¡Solo tienes que llamar al capitán Carpeto! Con su orinal a modo de casco, sus leotardos raídos, su capa maltrecha, su cantimplora de protones líquidos, su pistola desintegradora, sus palabras en negrita y su antifaz descolorido, acudirá en tu ayuda. 
El capitán Carpeto ha venido para salvar a la Hispanidad. El capitán Carpeto nos protegerá del malvado supermalhechor Tito Bustillo. 
En verdad, el capitán Carpeto no es sino Benito Ballester, un soriano viudo  de mujer e hija, quien se enfrascó tanto en la lectura de todo tipo de tebeos que se pasaba las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro y llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los tebeos, de tal modo que vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue hacerse héroe de cómics.
Con su inseparable escudera Catalina Colomer, una enfermera en paro, el capitán Carpeto luchará contra molinos de un parque eólico, cafiches de los arrabales de Barcelona, explotadores de inmigrantes, liberará a unos encadenados rumbo a la Modelo o recuperará el hipno-yelmo de Bustillo. Está siempre librándose, mediante sus innumerables estratagemas, de Aquiles-Satán666, el exnovio internáutico de su fiel Catalina y pretende reunirse con sus amigos Toni Tormenta, capaz de convertirse en líquido elemento, Tere Tormenta, la chica telescópica, que puede cambiar de tamaño, el Dr. Bustamante, que se transforma en cualquier olor, y la teniente Wanda Wonder Bra, la mujer voladora a propulsión torácica y antigua novia de Carpeto.
Juntos acabarán con Bustillo y sus seis magníficos: Movilla, Eto´o, Cañizares, Rufete, Joaquín y Ronaldo. No podrán ensamblar el Cubo Cósmico que lleva a dominar la Liga y después el mundo.
 ¿Que quién es el autor de este hilarante pastiche? Aquí lo tienes:


Se llama Rafael Reig y otro día te cuento más de él.
P.D. Mientras escribía esto, el autor estaba de borrachera en México, celebrando su merecidísimo, ¿acaso lo dudas?, premio Tusquets Editores de novela.




martes, 16 de noviembre de 2010

La cristalización

"Odiar es malo", le espetaba a su desconcertado sobrino un arrepentido Sato, el malo malísimo de la peli de Karate Kid II. Para hablar de lo contrario, del amor, he rescatado de entre mis libros uno que me regalaron hace tiempo, Momentos mágicos de la Literatura, de Andrés Amorós. Tomando como partida obras literarias que le han marcado, el catedrático de Literatura realiza un ameno recorrido por los grandes temas: el amor, la muerte, el tiempo, el arte... El primer mini-ensayo trata del amor y trata de cómo lo veía Stendhal, ese escritor francés románticamente realista que escribió Rojo y negro. La novela es tan apasionante que un amigo mío leyó por teléfono una página entera de las aventuras de Julien Sorel al recepcionista de un hotel en la Patagonia. Andrés Amorós, quien me firmó el prólogo de una edición de Rayuela que guardo en mi caja fuerte, lo exalta en este libro (a Stendhal, no a mi amigo) y he pensado que te podía gustar. El señor Miyagi era un seguidor insobornable de ambos (de Stendhal y de Andrés Amorós) y por eso siempre ganaba todos los combates.
Es un poco largo, pero merece la pena:


"El amor mueve el sol y las otras estrellas": lo dijo Dante Aliguieri hace cerca de setecientos años y es una de las mejores frases que se me ocurren para iniciar un libro. Porque no es una ponderación más o menos exagerada, una frase ingeniosa, "literaria". No: es una pura y simple constatación, un diagnóstico. No cabe sino aceptarlo, para bien y para mal: es así, no hay solución.
Toda la literatura se ocupa del amor: ¿de qué se iba a ocupar, si no?Maticemos: se ocupa de los sentimientos humanos; y, entre ellos, el amor es el más fuerte, el más terrible, el que puede hacerte más feliz o más desgraciado.
El único lector que de verdad nos interesa es el que lee por placer, por afición, por curiosidad. Su lectura, en cierto modo, tampoco es desinteresada: elige un libro porque le habla de sí mismo, de lo que a él le está pasando; le apasionará si ese libro consigue hacerle entender un poco el caos de su vida y puede sacar de ahí conclusiones para orientarla mejor, para ser un poco más feliz.
Por eso -repito- toda la literatura se ocupa del amor: lo que más íntimamente nos afecta, nos preocupa, nos desquicia, condiciona toda nuestra vida, nos lleva al cielo o al infierno.
Cada amor es único (o cree serlo). Pero a través de cada historia sentimental se expresa la gran corriente cósmica, el río de la vida que nos arrastra, sin que nos demos cuenta.
En las escuelas nos enseñan cosas, técnicas, saberes científicos. Nadie nos prepara para lo que más nos importa. El amor, cuando llega, nos encuentra inermes: no sabemos entender, ni siquiera expresar lo que, sin duda alguna, estamos viviendo. Por eso recurrimos a la literatura: para poder decir -y, en cierta medida, entender- la tempestad que se nos ha caído encima.
Todo este fenómeno es profundo y es sencillo, a la vez; no es intelectual sino vital; no hace falta haber estudiado en la Universidad para sentir, muy hondo, su alegría y su dolor.
¿También su dolor? ¿Por qué tiene que ser así? Entre otras cosas, por una experiencia de la que casi nadie escapa, a lo largo de su vida: el amor se acaba, aunque haya nacido con la ilusión de ser eterno. Lo definió Pablo Neruda:

Es tan corto el amor y es tan largo el olvido..

Eso es una tragedia, en el sentido estrcito de la palabra, porque, cuando sucede, es fatal, inevitable. Ante eso, el enamorado que sufre se llena de preguntas, que sólo la literatura puede intentar responder.
Leemos, unas veces, que ese sentimiento es fugaz, por naturaleza: pobre y tonto consuelo, aunque sea mal de muchos, porque todos nos hacemos la ilusión de que nuestro amor va a ser único.
Otras voces, más cínicas, lo explican reduciéndolo a una pasión física que, al conseguir su objetivo, se extingue...Por muy importante que sea -que es- lo físico, resulta difícil admitir esta reducción: la experiencia de cualquier ser humano le muestra que, al margen de la alcoba, antes o después de ella, el amor le ha hecho vivir momentos mágicos...
Para entenderlos, recurrimos a la literatura romántica. Los poetas ven a la amada con todas las perfecciones: un ángel, un dios. Su simple existencia da sentido a esta vida, es la mejor religión. Así, en Bécquer:

hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
¡hoy creo en Dios!

Pero ese espíritu celestial, cuando el amor se acaba, no se queda en un recuerdo nostálgico sino que engendra odio: la mujer, que se identificaba con la divinidad, pasa luego a ser un diablo.
Espronceda resume muy bien esta evolución sentimental en su popular "Canto a Teresa". En un primer momento, la amada va unida a imágenes de pureza angelical:

Tú fuiste un tiempo cristalino río,
manantial de purísima limpieza...

Comienza luego a asomar el desencanto:

Después, torrente de color sombrío,
rompiendo entre peñascos y maleza.

Al fin, se desencadena el reproche, la descalificación absoluta:

Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
entre fétido fango detenidas. 

Cristalino manantial, sombrío torrente, estanque corrompido...¿Cómo sería la auténtica Teresa? ¿Qué hizo para que su imagen cambiara tanto a los ojos del poeta?
Evidentemente, el poeta la había sometido a un proceso de idealización absoluta, al margen de su realidad, y eso era posible solamente desde la distancia. La cercanía, la intimidad, el paso del tiempo hacían inevitable que ella se manifestara tal cual es... provocando el desenamoramiento del escritor. Lo curioso -y trágico- es que él se sentiría no sólo desencantado, sino traicionado por una realidad que no correspondía a sus sueños...
En el primer tercio del siglo XIX, hacía falta ua inteligencia fuera de lo común para desenmascarar todo este "montaje", aparentemente tan elevado. Eso es lo que hace un escritor absolutamente excepcional, Stendhal.
Une Stendhal lo mejor del romanticismo y del realismo. Por eso, ser "stendhaliano" es casi una religión, que agrupa a fervorosos secuaces, em muchos países. (Para mí, además, una buena recomendación. Si alguien declara amar a Stendhal -o el jazz, por muy distinto que parezca-, en principio me fío de él y tiendo a ser su amigo: por ejemplo, de Consuelo Berges, su traductora, o de Arturo Pérez Reverte).
Para resumir su vida, un día, junto al lago Albano, fue escribiendo Stendhal en el polvo las iniciales de algunas mujeres: Virginia, Angela, Matilde... Más que honores políticos o cuentas de resultados, ¿no es ése el mejor resumen de la vida de cualquier hombre? Anota la fiel Consuelo Berges:

El amor fue siempre, para él, el más grande de los negocios, o más bien, el único.

Reunía Stendhal dos cualidades en principio contrapuestas, como sólo puede hacer un ser superior: la razón y la pasión, la lucidez y el ensueño. Por eso, para registrar adecuadamente sus emociones, en vez de la habitual retórica, se inspira leyendo el Código Civil...
En todas sus tribulaciones eróticas, el único consuelo de Stendhal ha sido "observar mi estado". Hacia 1820, abrumado por el dolor de un amor fracasado, reúne las notas que ha ido tomando en un librito, que titula Sobre el amor. 
Intenta ser un análisis implacable de esta enfermedad. Quiere explicarla "simplemente", razonablemente, matemáticamente. De modo deliberado, evita toda la retórica del sentimentalismo romántico:

Hago todos los esfuerzos por ser seco.

Así surge un librito que, en principio, tuvo muy poco éxito. Su editor le gastaba esta broma:

Diríase que su libro es sagrado, porque nadie lo toca.

Y el mismo se burlaba:

Es ultrarridículo...

Años después, la Iglesia Católica incluyó, de Stendhal, en su Índice de Libros Prohibidos, "omnia opera amatoria": es decir, sus grandes novelas de amor (El rojo y el negro, La cartuja de Parma) pero también este ensayito. (Eso quería decir que en la España de Franco no podía circular libremente). A la vez, el libro alcanzó una enorme popularidad: se decía que lo escondían, debajo de la almohada, muchísimas casadas...
¿Qué había de peligroso y de atractivo en este ensayo? Muy sencillo: un análisis frío, inteligente, implacable del amor romántico. Para explicar, como un médico, esta enfermedad, inventa Stendhal la metáfora de la cristalización:

En las minas de sal de Salzburgo, se arroja a las profundidades abandonadas de la mina una rama de árbol despojada de sus hojas por el invierno; si se saca a lcabo de dos o tres meses, está cubierta de cristales brillantes; las ramitas más diminutas, no más gruesas que las patas de un pajarillo, aparecen guarnecidas de infinitos diamantes, trémulos y deslumbradores; imposible reconocer la rama primitiva.

Según eso, no me enamoro yo de una persona real, de sus cualidades auténticas, sino de un sueño que forjo en mi imaginación, a partir de ella. Para desencadenar este proceso mental, hacen falta unas condicones objetivas: la duda, un obstáculo, la distancia, la negativa, los celos...
Un personaje de Marcel Proust, donde se la esperaba. por ejemplo, vive una pacífica relación con una joven, a la que ve en reuniones sociales todas las noches, sin sentir especial interés por ella. Una noche, sin embargo, ella no está  donde se la esperaba; él no se resigna a una ausencia que antes, muchas veces, ha deseado. Por eso, enloquecido, recorre todos los lugares donde quizá pueda encontrarla y, cuando lo logra, cae en sus brazos...
La conclusión pesimista es más bien obvia: la mujer -lo mismo podría ser el hombre, en un relato escrito por una narradora- maneja con innata maestría estos recursos para conquistar a los posibles enamorados. La relación erótica es una secreta -más o menos- guerra de los sexos. No es extraño que la Iglesia Católica juzgara peligrosa esta explicación de lo que suele ser el amor.
   En España, el texto de Stendhal suscitó un importante prólogo de Ortega y Gasset, que pretendía rectificarlo. la tesis del filósofo español podría resumirse en esta interrogación: ¿es que somos más tontos, al enamorarnos, que en cualquier otro aspecto de la vida cotidiana?
   Por muy brillante que sea el estilo de Ortega, la respuesta es obvia: ¡por supuestoque sí! Más tontos o más listos o más de todo, porque, en amor, salvo para los extremadamente calculadores o cínicos, la inteligencia no tiene demasiado que decir. Ya lo formuló  para siempre Pascal: "El corazón tiene sus razones..." Basta con mirar a nuestro alrededor, cada día, para comprobarlo.
   la descripción del fenómeno psicológico de la cristalización es, quizá, uno de los monumentos de la inteligencia humana. ¿Le sirvió a sua autor para orientar mejor su propia vida sentimental, para ser más feliz? Parece que no: por suerte para él, probablemente. Porque no somos máquinas de pensar sino seres humanos que en las contradicciones nacemos, vivimos y morimos.
   En 1825 recibió Stendhal la noticia de la muerte de su amada Matilde Viscontini, que le había hecho sufrir tanto. En el ejemplar que tenía de su propio libro, Del amor, escribió la fecha y estas palabras:

Death of the author ("Muerte del autor")

En una de sus novelas, cita muy oportunamente Corín Tellado una frase de San Agustín: Omnia vincit amor, "todo lo vence el amor". Todo: incluida -por supuesto- la inteligencia de los análisis más lúcidos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Variaciones de la experiencia

   Por primera vez no era yo el tipejo borracho al que la camarera engreída abroncaba, por vez primera yo no era uno de los meapilas que estaban pillándose un cernícalo mientras cantaban las canciones horteras que iban sonando, no, por primera vez yo estaba sentado en la mesa del rincón, bajo la pantalla donde la Ponferradina era vapuleada por otro equipo, bebiendo café, hablando con Alberto y leyendo mi nuevo libro, Variaciones y Reincidencias, la poesía completa de Javier Salvago.

   Decidí también, por vez primera, leer el libro de poesía como si fuera una novela, empezando por la primera página y acabando por la última, atento a la evolución del personaje principal, el yo poético, y a los enredos de la trama. Este es el primer poema que leí, perteneciente a su primer libro, La destrucción o el humor(1980):

NO DESPIERTES AL PÁJARO DORMIDO

La escuela nacional con cara al sol
y queso americano incluidos,
los pantalones cortos, los soldados de plomo,
los chupasangres, el hombres del saco,
Roberto Alcázar y Pedrín, Diego Valor,
papá y sus recuerdos de la guerra,
mamá y sus peroles, sus misas,
sus rosarios, sus zurcidos,
Julio Verne, las pedradas, los nidos,
la abuela y sus historias de fantasmas,
los dolores de muelas, las castañas asadas,
el cisco reventando en el brasero...
Sí, tu niñez, ya fábula de fuentes.
No despiertes al pájaro dormido.
Cuando yo era pequeño,
todos los niños éramos franceses
(concretamene, de París).

   Poesía de la experiencia, la otra sentimentalidad, o sea.
   Los primeros poemas encierran ya casi todos los preceptos de este movimiento: individualismo, regodeo en las vivencias personales y en las experiencias cotidianas, importancia del tiempo, que todo lo destruye y muta, desengaño, escepticismo, distanciamiento a través del humor... Durante unos instantes soy feliz con el libro, río las ocurrencias, sufro con la soledad del poeta, añoro a su madre y a su abuela, me contagia sus miedos, entiendo sus cabreos, disfruto cuando da mancuerda a los poetas esteticistas de la generación anterior, comulgo, en fin, con su visión de la vida y de las cosas ...


ACHAQUES DE SOLITARIO

HE pasado de largo casi siempre
ante el amor, y eso algún día se paga.
Cuántas veces me he dicho:
-No hay prisa,
ya le abriré mañana.

Pero mañana es hoy, y ahora sucede
que cae la noche y sé lo que me aguarda:
mi habitación, la soledad y el frío.
¿Comprende usted por qué sonrío?
Sólo el humor me salva. 



... pero poco a poco sigo pasando páginas y leyendo más poemas, pido otro café, ¿o era una cerveza?, la Ponferradina encaja otro gol, y lo que antes era revelación, emociones compartidas, vida latiendo, ahora se me hace cliché, repetición indecorosa, aburrimiento, hartazgo. Al leer el libro como una novela siento que el protagonista se estanca, no evoluciona. Sus siguientes poemas están teñidos de más desencanto, el yo poético alcanza los cuarenta años y no deja de recordar su infancia, amparado en un viscoso y probablemente inevitable conformismo. El poeta dice que vive a media luz:


A MEDIA LUZ

VIVIR así: sin angustiosos sueños,
con los deseos justos y contados,

sin prisa por llegar a ningún sitio,
sin esperar de nada demasiado...,

tal vez no sea vivir; pero es mi vida
(o, al menos, lo que de ella va quedando).

   O más adelante, en un poema cuyo título recuerda la trilogía de Baroja, "La lucha por la vida":

LA LUCHA POR LA VIDA

No soy el mejor yo.
Pero, al menos, aguanto y sobrevivo.
Los demás, con sus sueños
-cansados, derrotados, aburridos-,
fueron cayendo
uno tras otro en el camino.
 

   Sigo leyendo y ya casi no aguanto cuando se pone en plan reflexivo, y empieza a divagar sobre el paso del tiempo, una vez más, o la pérdida de la juventud, inevitable, irremediable, en poemas que son casi calcos unos de otros, con apenas variantes. Además, cada vez hay menos humor que nos salve de tanta profundidad.
   Por suerte, Alberto de vez en cuando dice una parida de las suyas, y los borrachos que acuden sospechosamente al baño en repetidas ocasiones dejan de cantar y se van, y la camarera me guiña un ojo cuando me levanto a pedir de nuevo, y es entonces que me topo con el poema "Ulises", un poema extenso, narrativo, grandioso, que recrea a su manera, ya se sabe, con poesía de la experiencia, la difícil novela de James Joyce. Y sobradamente compensa este poema tantos versos trascendentes y categóricos. Transcribo un fragmento del poema:

Consulta su reloj. Entre una cosa y otra
-reuniones, proyectos- va llegando la hora
de comer. Se despide hasta luego. En un chino,
ante un plato de arroz tres delicias refrito
y una ensalada china, le sigue dando vueltas
al tema de la vida malgastada. Comprueba,
al apurar su taza de té, que es el segundo
paquete el que estrena. Total, la vida es humo.

Le queda tiempo aún para estirar las piernas
antes de proseguir. Un canto de sirenas
lo llama desde un cutre salón recreativo
y entra al trapo, sabiendo de sobra que es un timo.
Sólo para tentar su suerte o sentir algo,
un poco de emoción, como quien bebe un trago,
se deja seducir por una tragaperras
que, al cabo, le confirma que todo es una mierda.
En fin, otra razón de más, otro motivo
para pensar en serio en un remate digno,
pero la vida, astuta, sabe jugar sus cartas;
hacerle eso a su hijo sería una putada. 

jueves, 14 de octubre de 2010

Y ningún otro cielo


El poeta, el librero, el editor, "el hombre del millón de libros" Abelardo Linares ha publicado, después de 15 años, Y ningún otro cielo, su nuevo libro de poesía.


Amorosa, claro, porque tras tanto batallar en las trincheras de la vida constata que sólo el amor puede ser "el nuevo principio que dé razón del mundo".

El sevillano que fundó en el 74 la librería Renacimiento, la editorial Renacimiento o la colección de poesía "Calle del Aire" junto al poeta Fernando Ortiz ha elegido Tusquets para publicar.

Mira la portada del libro.



Sorprende la variedad formal del libro, pues nuestro poeta lo mismo se vale de un soneto abarrocado de antítesis, de unas soleares machadianas o de unos versos que recuerdan a las greguerías más líricas de Ramón Gómez de la Serna.

¿No te lo crees? Pues lee:

CONTRASENTIDO

Pues así hiere, Amor es mi enemigo
y mi cuerpo su campo de batalla.
Duro su pabellón negro restalla
contra el más duro aire. Trae consigo

su negra tropa mía y yo persigo
aquello a lo que huyo. Tanto calla
mi corazón, que siento cómo estalla.
Tan sólo así sin él, solo conmigo.

Tan solo así con él y tan desnudo
de todo lo que fui, que ya ni siento
lo que pensó sentir mi sentimiento

cuando puse mi pecho por escudo.
Pero lo quise así y lo quiero tanto
que no querrá quebrarle mi quebranto.


O más adelante, al modo de Juan de Mairena:

II

Pues fue sin querer queriendo
que te dije sin decirlo
lo que ni yo mismo entiendo.

VI

Tú no quieres que te quiera
ni que deje de quererte,
sino que yo te comprenda.

IX

Fui aprendiendo a quererte
tan sin darme apenas cuenta
que no acerté a defenderme.

O resucitando el fantasma de Ramón:

Sin ti mi deseo será siempre un pájaro de una sola ala.

Atado a la columna del deseo, me azotaron y me coronaron de espinas.

La doble luna blanquísima de tus pechos desnudos iluminando mi deseo.

Se ha dicho que en este libro Abelardo Linares rinde homenaje a Manuel Machado, a Salinas, a Cernuda, pero a mí me ha emocionado especialmente la capacidad creativa de su poesía, el uso magistral e intensificador de sus comparaciones. Desde Luis Rosales no he visto nada igual. Solo los grandes poetas comparan de esta manera.

Escribe Luis Rosales: "Has cerrado la puerta con ese mismo gesto con que se tira un día". O: "Mi vida es una carta sin dirección y sin embargo escrita para siempre". O: "Terminaba sus parrafadas con un silencio adentrado y respiratorio como el ruido que hace el vacío al terminarse el agua en la bañera". O: "las palabras suenan a veces como labios y a veces como harapos".

¿Genial, verdad? ¿Irrepetible, no? Pues mira lo que hace Abelardo Linares:

"He sido una gota de lacre enfriándose sobre una carta". Y: "Extraño como la sonrisa de un bisturí". Y: "Deslumbrante como el rumor del paso de un unicornio". Y: "Fiel como la súbita seda negra del miedo". Y (esta es mi favorita): "Esperarte fue hermoso, como la aurora boreal reflejada en la fría pupila de los pingüinos". Y: "Razonable como el susurro de un carburador de seis cilindros,/ como un mantel inmaculado a las doce en punto del mediodía,/ como una pamela de ochenta centímetros una mañana de carreras". Y: "Pero tus ojos, que conocieron la rasa luna en creciente,/ tan dócil que hasta los tucanes afilaban en ella su pico".

Ya acabo. La otra mañana llevé a clase varios de los poemas de este libro. Y la verdad es que gustaron. Tanto, que varios alumnos me pidieron el libro. ¿Se puede decir más? Te dejo con dos poemas: uno de mis preferidos y el que da título al libro.

NO QUIERO

No quiero más abrazo que el de tu sombra
de metal humedecido ni otra sonrisa
que la de las diez y diez en la blanda esfera de mi reloj.
Mi cansancio es un cansancio de pájaro
con una sola ala cayendo hacia el centro de la tierra.

Esperarte fue hermoso, como la aurora boreal
reflejada en la fría pupila de los pingüinos.
Por ti valió la vida, por ti la vida fue
la más pura inminencia
de aquello que se aguarda y nunca llega, más allá de la vida.

Pero algunos sueños no son sino el sueño de un puñado de arena
y mi mirada contempla ahora,
como a través de un cansino calidoscopio,
la infinita espalda del mundo.


ORACIÓN

No la eternidad, sino las horas
arañadas al tiempo contigo.
Y ningún otro cielo
que el que quiera llegarme de tu boca,

húmeda de muchos besos.
Porque ya en nada creo, con mi alma y mi cuerpo,
sino en la certeza ardiente de tu piel contra la mía
y en la alegría, siempre fresca y erguida siempre, de tu mirada
y en el puñado de luz que es tu sonrisa.
Tu sonrisa que limpia toda sombra y toda tristeza,
tu sonrisa que quita los pecados del mundo.


sábado, 9 de octubre de 2010

Queremos tanto a Saramago

Para el Kapitán Tapitas, Antonio y Violeta, los grandes ausentes.

En un cuento de Cortázar, "Queremos tanto a Glenda", una serie de joveznos idólatras forman un club para adorar a la estrella de cine Glenda Garson. Nosotros, como la Diana o el Irazusta cortazarianos, también hemos creído que la perfección de José Saramago nos perfeccionaba y perfeccionaba el mundo.

La asociación cultural y juvenil de Estepa José Saramago se creó en el 2003, en una de esas tardes entre pos-veraniega y pre-otoñal, cuando en el pueblo se mezclan el denso aire caliente del asfalto y los primeros olores a canela. Se trataba de hacer cultura, así, en minúscula, sin solemnidades de manual, y entonces nos pusimos a organizar certámenes literarios, ciclos de cine, conferencias, conciertos de música, tertulias literarias, publicaciones de libros y cualquier otra cosa que nos hiciera más soportable la insoportable vacuidad de la vida. Se trataba también de querer a Saramago. La verdad es que nos ha ido bastante bien. Y queriendo a Saramago, hemos bebido, viajado, follado, reído, abrazado, engañado, saltado, crecido, discutido, ganado y perdido.

El pasado sábado estuvimos juntos otra vez, leyendo algunos de sus textos y escuchando algunas de sus palabras. También vimos algunas de sus imágenes. Ese fue y será nuestro último acto. Había mucha gente y estábamos inusualmente nerviosos. Todos nos mirábamos de reojo, sonriendo, pero yo notaba que por debajo de las flores de nuestra alegría iba creciendo un musgo de tristeza. ¡Qué raros son los finales!
A partir de ahora cada uno seguirá queriendo individualmente a Saramago, enaltecido ya, e intocado, para siempre.

Aquí te dejo la última imagen de la asociación.












viernes, 23 de julio de 2010

¿De qué hablamos cuando hablamos de Carver?



La literatura de Raymond Carver es una literatura descarnada, desasosegante, brutal, no apta para pusilánimes o gente remilgada. Y digo todo esto porque leer sus cuentos es como asomarse por un precipicio.

Sus mejores cuentos nos sumergen en ambientes cotidianos –la suite de un motel de carretera, el estudio de una casa en Wisconsin, una barbería de Oregon- donde aparentemente no pasa nada. Sin embargo percibes pronto que tras esa aparente calma los personajes están en una continua agitación interior, unos personajes destrozados, sufrientes, perdedores, machacados por el peso de la soledad y la rutina. Acojona comprobar que la incomunicación es el tema principal de sus relatos, o la derrota, porque por sus páginas cruzan las vidas rotas o a punto de romperse de matrimonios que han oxidado con su torpeza en lo cotidiano y su tedio asqueante el aire farragoso y como lleno de cristales que respiran. Al leer las historias desoladoras de estos personajes perdidos uno siente picotear dentro de su pecho la angustia como una paloma negra y errabunda, pero eso no impide que sientas compasión, incluso amor, por estos seres que beben Teacher´s, fuman, se despiertan en mitad de la noche, follan, van de pesca, cenan con sus amigos, dudan y tienen miedo y hermosas casas con jardín.

Para ello el genio de Carver se inventa el realismo sucio, reduciendo la narración al mínimo, a lo esencial, prescindiendo de adjetivos superficiales y descripciones innecesarias, creando un estilo desnudo, seco, brillante, preciso, del que se vale para retratar magistralmente la vida anodina y vulgar de sus personajes.

Carver, norteamericano de padre alcohólico y madre camarera, es considerado como uno de los grandes maestros del relato breve junto a Chéjov, al que dedicó, por cierto, un relato titulado “Tres rosas amarillas”.

Puedes leerte sus relatos este julio, repantigado en una hamaca playera al frescor de un tinto de verano o en un avión camino de Noruega, pero no lo hagas nunca en mitad de la noche, iluminado por una luz débil, en sonora soledad y lejos de tus seres queridos porque al finalizar la lectura sentirás una necesidad intolerable de abrazarte a alguien y de que alguien te abrace. La editorial Anagrama tiene publicados todos sus libros de relatos. Te emocionarán ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, Short Cuts, Tres rosas amarillas, Si me necesitas, llámame y ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?