lunes, 22 de agosto de 2011

Coitus interruptus

   Al seminario que la UIMP organizaba sobre Borges en el 25 aniversario de su muerte llegó Jaime Siles, el benjamín de los novísimos, con un sobre marroncito y una tonelada de erudición. Frente a la medianía del resto de los ponentes, Jaime Siles apabulló al personal con una conferencia sobre la influencia de los clásicos en Borges. Rastreó huellas de Plotino, de Homero y, sobre todo, de Virgilio, que es algo así como la bordona clásica en la literatura borgiana. En el coloquio posterior no hubo coloquio. Solo hubo Jaime Siles, su verba preclara, la torrentera impetuosa de sus pensamientos, su vozarrón alto y grueso como una muralla, su profusión de datos y citas y anécdotas y aspavientos.
Toda la sala, en fin, se llenó de Jaime Siles.
Así que salimos de allí abrumados, hundidos, conscientes de la inmensidad oceánica en que chapotea nuestra ignorancia. Y nos tiramos a una librería, claro, con la jodida sensación de que durante toda la vida habíamos estado perdiendo el tiempo. En la librería Gil de Santander, pues, y sintiéndome más insignificante que Gregorio Samsa, compré Cenotafio, la antología que magníficamente edita Sergio Arlandis en Cátedra. Llegué a casa, abrí una Paulaner y con ansia me lancé el libro a los ojos.
De Siles yo no había leído nada, salvo un par de poemas que siempre llevo a clase cuando explico los recursos retóricos, pues el valenciano es un maestro de las aliteraciones y las paronomasias.
Siles empieza siendo novísimo (aunque no apareciera en aquella mítica antología de Castellet) pero muy pronto se pasó a lo que en los años 80 se conoció como "Poética del silencio". 
Es esta una poesía reflexiva, metapoética, minimalista, donde el lenguaje, y no la realidad, es el tema central. 
Más o menos una cosa así:

OBERTURA Y SILENCIO

Tu hueco firme no conoce otro
sonido sino
el de su propio eco:
ese rumor disuelto en transparencia
que va cerrando, en ti, la eternidad.

O también esto otro:

UNIDAD DE LA NADA

Entre el sentido y el contrasentido
vacío vaciedad desde un espacio
que, antes de mí, tan sólo es pensamiento
y en mí, de nuevo, transcrita vaciedad.
Variada vaciedad es el lenguaje,
en el que escribo,
                           una a una,
las gotas del silencio.
                           Idioma de agua
en el que van los signos
hasta un espacio unido en vaciedad.

Unidad de la nada en lo sonoro
que la palabra grafía en su silencio.


Y en este plan. 
¿Qué te parecen? ¿No te dejan frío estos poemas? A mí me hielan. 
No discuto que sea una poesía del conocimiento, de perfección formal, autorreflexiva y de fuerte intelectualismo, blablabla..., todas esas características que el prologuista remarca muy bien en la introducción pero, ¿son gratos de leer? ¿Te los llevarías a la cama una noche de invierno? ¿Regalarías un libro así a un amigo? ¿Y a una gachí?
El prologuista continúa con su análisis de esta estética: eliminación del yo, eliminación de la anécdota poética, eliminación del narrativismo, eliminación del sentimentalismo... a pesar de lo cual no es una poesía fría.
¡Ja! 
Y si siguen eliminando cosas Siles y compañía, ¿sobre qué va a cimentar su poesía? ¡Ah, la poética del silencio!
Además me escama tanta insistencia en que no es una poesía fría. ¿Por qué repite Sergio Arlandis esto a cada instante? 
¿No es una poesía fría? ¿Alguien se calienta con esto?

Pensamiento, presencia que, de un límite,
a su final acciona todo un orbe
pulsado hasta el temblor de lo invisible
desde su espacio abierto a plenitud.

La poesía no puede prescindir de la realidad, tiene que estar impregnada de vida, sucia de calle. 
Yo también abogo por una poesía sin purezas, como Neruda.
Puedes llamarme inculto, perezoso, pinchaúvas, echacuervos, harto de ajos. Pero no me gusta la poesía del silencio.
Nunca me había acercado a ella. Es la primera vez y ¡vaya gatillazo!
Lo siento.
Seguramente la culpa es mía. Los nervios de la primera vez, ya se sabe. 
También es que no estaba concentrado y además me dolía un poquito la cabeza. 
Una poesía reflexiva que te obliga a reflexionar. Eso es un rollo.
 Así no se puede. Yo así no puedo. No se me levanta. Mira que le he puesto pasión pero nada.
No hay manera de tener un orgasmo. 
Siles sí parece que se lo pasa en grande:



Y Luisa Futoransky, escritora y conferenciante argentina que merece capítulo aparte, ¿tú crees que a ella le pone la poética del silencio?:



Y a mis compañeros del curso, tan sonrientes, tan relajados, parece que les va también este tipo de poesía, ¿no?
¿A ti qué te parece?







4 comentarios:

  1. Es que Siles donde pone pasión es en sus artículos filológicos. No te veas cómo se entusiasma con la yod en indoeuropeo o con desfonologización de la cantidad... ¡ahí si hay suciedad y realismo! Por cierto, a no ser como segundo plan, jamás te llevarías un libro a la cama en invierno (bueno, para el previo, sí que sí).... Envidia me lleváis dando todo el puto agosto, mamones

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  2. Si esto tampoco es para tanto, si los 22 grados de aquí son de casi frío, si los cencerros de las vacas casi no nos dejan dormir, si la sidra no engorila, si el verde prado de fresca sombra lleno...
    Nefecto, Siles es un erudito mayúsculo, la Futoransky merece un seminario para ella sola con su concepto gilipolla de la bordona y, sí, lo mejor del curso sobre Borges ya lon sabemos tú y yo.

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  3. Os tenían que entrar todos los sirocos conocidos y alguno que aún está por descubrir, todo ello aliñado con su poquito de albañiles y su carpintería metálica, a la que tan aficionado es el Mata.
    Ea, que ya está aquí septiembre y, según Tiresias, al Bello Rosarí lo esperan casamiento e hijos, por ese orden.

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  4. Iesus, ¿un libro para el previo? ¿Te referirás al Kamasutra, no?
    Los excelsos filólogos no hacen excelsa literatura. Dicen que Dámaso era el peor del 27. Y si me quitas "Hijos de la ira", ¿qué otro libro suyo lee la gente?

    Mata, respétame a la Futo, entiéndela, va de argentina. Le hace falta un poquito de "Cuervo" Flores.

    Don Lomí, guárdate el veneno y no seas mal hablado, no vaya a ser que Böll te ponga mal las ventanas.

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