viernes, 20 de julio de 2012

Los súbditos aleves, los vasallos indignados

FLORES

Rey supremo,
mis heridas no consienten
dilatar el triste caso,
por ser mi vida tan breve.
De Fuente Ovejuna vengo,
donde, con pecho inclemente,
los vecinos de la villa
a su señor dieron muerte.
Muerto Fernán Gómez queda
por sus súbditos aleves,
que vasallos indignados
con leve causan se atreven.
Con título de tirano,
que le acumula la plebe,
a la fuerza de esta voz
el hecho fiero acometen;
y quebrantando su casa,
no atendiendo a que se ofrece
por la fe de caballero
a que pagará a quien debe,
no sólo no le escucharon,
pero con furia impaciente
rompen el cruzado pecho
con mil heridas crueles;
y por las altas ventanas
le hacen que al suelo vuele,
adonde en picas y espadas
le recogen las mujeres.
llévanle a una casa muerto,
y a porfía, quien más puede,
mesa su barba y cabello,
y apriesa su rostro hieren.
(...)
                                  Fuente Ovejuna, Lope de Vega


Imagino que todas sus señorías habrán leído la obra de Lope de Vega.
Les conviene no olvidarla, sobre todo a Rajoy, que en esta tragicomedia representa el papel del Comendador Fernán Gómez, muerto a manos del pueblo, harto de soportar sus continuas villanías.
En el pasaje que reproduzco quien habla es Flores, el criado del Comendador, que ha visto cómo toda Fuente Ovejuna se ha cargado al tirano.

Recuerdo hoy Fuente Ovejuna, después del 19J, porque al pueblo se le están empezando a hinchar de nuevo las narices.
Y veo que es el mismo pueblo de hace cuatro siglos, porque el pueblo es inmortal, imperecedero, eterno.

Si no te lo crees, asómate a estas fotos. Ahí están los personajes de Lope, todos, son los mismos, solo que con otros ropajes.
Fíjate bien, por ahí vociferan y se indignan Laurencia, Mengo, Barrildo, Pascuala, Frondoso, Juan Rojo, Esteban, Alonso, Jacinta, Leonelo...
















Es el mismo pueblo de principios del XX, el que aparecía también en Luces de bohemia (pasan los años, pasan los políticos y los amores, pero el que no pasa nunca es Valle):

LA PISA BIEN

¿Ustedes bajaron hasta la Cibeles? Allí ha sido la faena entre los manifestantes y los Polis Honorarios. A alguno le hemos dado mulé.

DON LATINO

Todos los amarillos debían ser arrastrados.

DORIO DE GADEX

¡Maestro, usted no ha temido el rebuzno libertario del honrado pueblo!

MAX

¡El épico rugido del mar! ¡Yo me siento pueblo!

DORIO DE GADEX

¡Yo, no!

MAX

¡Porque eres un botarate!


Al pueblo, a su épico rugido, a su rebuzno libertario, siempre hay que temerle.
El pueblo parece que está de nuevo indignado.
Y el pueblo, además, frente a la retórica hueca y torticera de los políticos, habla siempre muy clarito:





domingo, 15 de julio de 2012

Andrea Fabra, la sheriff de Potts Country

 

Le dije que decía la puta verdad, toda toda la verdad. Yo sólo me amaba a mí mismo y estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Y que tenía que seguir mintiendo, valiéndome de chanchullos, bebiendo whisky, jodiendo con tías y yendo a la iglesia los domingos con las demás personas respetables.
  -Y aún te diré algo más -añadí-. Algo más sensato que todas las tonterías que he leído. Es mejor el ciego, tío John, es mejor el ciego que se mea por la ventana que el listillo que lo engaña para que lo haga. ¿Sabes quién es el listillo, tío John? Bueno, pues se parece a mucha gente, se parece a todos, a todos los hijos de puta que se vuelven cuando cae una moneda al suelo, a todos los cabrones que van con sus huevos por delante con un dedo en el culo y otro en la boca creyendo que no les pasará nada, a todos los chuloputas que piensan que la orina se les volverá limonada, a todas las almas cándidas hechas al parecer a imagen y semejanza de Dios y a quienes lamentaría profundamente encontrarme en una noche oscura. Incluso a ti, particularmente a ti, tío John; a la gente que se queda oliendo la mierda con la boca abierta y hace como que se sorprende cuando uno le mete en ella una boñiga. Sí, no puedes menos que ser lo que eres, apenas un pobre y viejo negro. Porque esto es lo que dices tú, tío John. Pero ¿sabes lo que yo digo? Yo digo que te den por el culo. Que no tienes más remedio que ser lo que eres y que yo no puedo evitar el ser lo que soy; y sabes jodidamente bien lo que soy y lo que tiene que ocurrir. Sabes rematadamente bien que no tienes amigos blancos. Debes saber condenadamente bien que no vas a tener ninguno porque apestas, tío John, y porque vas por el mundo pidiendo que te jodan bien jodido. ¿Cómo se puede tener un amigo así?
  Le vacié los dos cañones de la escopeta.
  Casi quedó partido en dos.
                                                                             
                                                                                                  1.280 almas, Jim Thompson



  Ya sabemos dónde ha aprendido la diputada Andrea Fabra ese lenguaje tan vulgar y esa rabia que se le arremolina en las palmas cuando aplaude: ¡en las novelas de Jim Thompson!

  El autor americano nació en una reserva india de Oklahoma y tuvo que desempeñar varios oficios que le aportaron las duras experiencias que luego refleja en su literatura con un estilo áspero y descarnado. Sus numerosos trabajos (redactor en un periódico, botones de hotel, obrero de la construcción, bracero, currante en un oleoducto, traficante de alcohol en los tiempos prohibidos, etc.) le llevaron irremisiblemente al estrés intenso, la bebida y la tuberculosis.

  A mí me hubiera pasado lo mismo, no sé a ti.

  Andrea Fabra, no crean, tampoco lo tuvo fácil. Tuvo que fatigarse mucho para llegar a ser asesora parlamentaria, gerente de Relaciones Internacionales de Telefónica, Secretaria Ejecutica de Política Social del PP valenciano, senadora, portavoz del PP en la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados, vocal en la Comisión de Educación y Deporte y esposa de José Güemes, ex consejero de Empleo y de Sanidad en la Comunidad de Madrid.

  Si yo tuviera todos esos cargos, no sé tú, también aliviaría mi estrés en el bebercio, como Jim Thompson.

  Y como Jim Thompson, Andrea Fabra también tiene problemas económicos. ¿Tú no los tendrías si todos los meses tuvieras que hacer frente a dos hipotecas de 541.000 y 1,2 millones de euros? Aparte de los seguros de los dos coches que posee y de los cuatro planes de pensiones que superan los 55.600 euros.

  Pero la cosa no queda ahí. El padre Jim Thompson era un adinerado sheriff corrupto del condado de Caddo en Oklahoma. Tuvo que huir a México para evitar problemas legales por malversación de fondos públicos. Era un hombre alocado, jugador compulsivo, que hizo una fortuna en el petróleo y la dilapidó rápidamente.
  El padre de Andrea Fabra, mira tú por dónde, está imputado por diversos delitos de tráfico de influencias, por cohecho y por el delito fiscal correspondiente al ejercicio 1999. Creemos que no ha hecho fortuna en el petróleo, ni falta que le hace, porque tiene mucha suerte: le tocaron dos millones de euros en la lotería y le han regalado decenas de parcelas rústicas que luego se han convertido en urbanizables.

  O sea que yo veo, entre Andrea Fabra y Jim Thompson, vidas paralelas. Algún editor debería incluirlas en el libro de Plutarco, detrás de las vidas de Alejandro y Julio César y antes de las de Agesilao y Pompeyo.

  Así que no te sorprendas si Andrea Fabra habla como los personajes de las novelas de Jim Thompson. En el fragmento anterior de su novela 1.280 almas, el sheriff de Potts Country se llama Nick Corey y no tiene ningún incoveniente en cargarse al pobre y viejo negro tío John, que no ha hecho nada. Pero antes le suelta esa perorata:

  Pero ¿sabes lo que yo digo? Yo digo que te den por el culo. Que no tienes más remedio que ser lo que eres y que yo no puedo evitar el ser lo que soy; y sabes jodidamente bien lo que soy y lo que tiene que ocurrir. Sabes rematadamente bien que no tienes amigos blancos. Debes saber condenadamente bien que no vas a tener ninguno porque apestas, tío John, y porque vas por el mundo pidiendo que te jodan bien jodido.

  ¿No te parece sorprendente? ¡¡Andrea Fabra habla como el sheriff Nick Corey!!
  Andrea Fabra, antes de cargarse a los parados, les suelta el mismo discurso: ¡Que se jodan!
  Para Andrea Fabra los parados deben ser como el tío John, apestan y van pidiendo que les jodan. Si tío Jonh no tiene amigos blancos que le ayuden, los parados no tienen amigos banqueros o socios europeos que los salven.
  ¿A quién se le ocurre? ¿Quién quiere un amigo así, parado y sin influencias?

 Andrea Fabra va por el Congreso como Nick Corey por Potts Country. Ya me imagino a Andrea Fabra en su despacho de Génova, con los pies encima de la mesa y echándose una cabezadita, como hace Nick Corey en el Palacio de Justicia.


Este es Nick Corey:




Y esta Andrea Fabra:






¿A que acojona? Ponle las gafas de sol con espejo y ese sombrero de tejano.
¿No son la viva imagen?

En fin, con esta gente en el Congreso, ¿quién quiere seguir leyendo novela negra?

http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&v=M7BMzYdtV-k&NR=1

miércoles, 11 de julio de 2012

Félix Grande





EL PRECIO DEL OLVIDO

Yo que me he demorado en los espejos interrogando si
te merecía,
yo que en el laberinto del idioma durante tantas horas he
buscado
palabras que nombraran tu vestido, tus pechos, tus ojos y
tu voz y tu pelo

hoy rehúyo saber como es mi cara y eludo los cristales y
el río y la caoba
mientras frenético le pido al valor y al lenguaje
los vocablos del frío, la escritura de la maldad, las sílabas
del odio.




DOLMEN DE SOLEDAD, LECHO DE FRÍO

La vida entonces sólo fue execrable.
Viví una época lóbrega, Loba:
sin una mujer en mi cama.
Marcado está en mi cráneo aquel escarnio,
como un arpón remoto.

Cada mañana era una herida augusta.
El día, una larga cicatriz de óxido.
Y la noche, el embozo con que se cubre a un muerto.

Todos los pasos que hube de dar solo
malditos fueron como años de peste.

Hablo con aquel tiempo oscuro
como el traidor con su conciencia.


Como el traidor con su conciencia, Loba.





CANDILEJAS

Te has incorporado a las cuatro de la madrugada emergiendo de tus ideas horizontales como de entre légamos turbios. Huidizo te has deslizado de la alcoba, igual que si tus ceceantes zapatillas hubieran pertenecido en otro tiempo a un criminal. Y ahora la vieja angustia, la querida muda y marchita, con su atroz mansedumbre y su abrazo gelatinoso, te enjaula una vez más en esa vigilia de corcho, que flota por el vaivén de tu cerebro sin bisagras. Te has sentado entre chispas locas de neurosis que arde, entre claudicaciones y cigarrillos henchidos de interrogación.

Que te hagan radiografías, ve al médico, al especialista, corre al hospital clínico. Acaso deberías respetar más al calcio o a la vitamina bedoce que a la desolación. Te repugna la idea de convertir a la tristeza en una metafísica. Que te miren el iris y la tensión y el pulso, que te investiguen los esputos, la orina, la sangre.

Pero has vuelto de nuevo a recurrir a la poesía. No como a un instrumento con el que el corazón se abre su paso persuasivo. No como a una escalera sobre la que la especie se acerca hacia la especie. Sino como a un consuelo, como a un frasco de vino, como a un vendaje, como a una capa de pomada.

Te insultas demasiado. También eso reposa, obnubila: pervierte. Las formas de la huida son numerosas como los minutos. Te insultas demasiado. Pero hay en ti muchas miradas tuyas superpuestas, que se relevan para verte, que hacen cola a la puerta tras la que tu existencia actúa. Por los pasillos que dan a tu escenario va un enjambre de trozos de conciencia que te observan con frialdad. Si te pusieras a llorar o a gemir empantanado en esta angustia solitaria, una parte de ti respondería con carcajadas como palos y piedras.

Estás vivo en la historia. Vivo en tu tiempo y tu país. Eso es todo lo que te ocurre. Y aquí no caben ya los mitos del estigma de los poetas. Y aquí no cabe ya el recurso de inclinarse ante la desgracia. Y aquí no cabe ya acuartelarse en estéticas pintorescas.Y aquí no cabe ya considerar que equivocaste tu camino. Y aquí no cabe ya memorar días menos desdichados. Y aquí no caben ya las migajas. Y aquí no caben ya proyectos que prescindan de un solo gramo de tu ser, de un solo gramo de tu estar. Pues la nostalgia de partir de cero es un error de adolescentes. Algo como obstinarse en crear un espejismo con unos pocos puñados de arena. Aquí no hay más que lo que hay: esta angustia que reflejas del mundo y a la que no puedes amar. Y esta conciencia que te mira de arriba a abajo, de derecha a izquierda, y a la que no podrás ya engañar mientras vivas. Y más tarde, la nada: el único absoluto.

Apaga ya las candilejas. Baja el telón a media asta. Acuéstate en el foso de los músicos. Besa la cara de quien tengas más cerca. Escucha una balada antigua y apaga ya las candilejas. Baja el telón a media asta. Acuéstate en el foso de los músicos. Qué silencioso está el teatro. Besa la cara de quien tengas más cerca.   

martes, 3 de julio de 2012

BSO de Balas de plata


Esta es la banda sonora original de la novela Balas de plata. A lo largo de la trama, en la radio del coche del "Zurdo" Mendieta, van sonando estos temas:




                                                                              There´s a kind of hush, Herman´s Hermits


                                                                    Like a Rolling Stone, The Rolling Stone



                                                                   A little help from my friends, Joe Cocker



                                                                                To love somebody, Janis Joplin



                                                                                      Proud Mary, Tina Turner



                           I little bit me, a little bit you, The monkees



                                                         My way, Frank Sinatra



                                             Questions 67 and 68, Chicago


                                                            
                                                                                    Mr. Tambourine, The Byrds

domingo, 1 de julio de 2012

Novelas para que no te lleve la chingada

  Del "Zurdo" Mendieta podríamos decir aquello que Jonh Wayne decía de sí mismo en Centauros del desierto: "Un indio persigue una presa hasta que cree que ya la ha perseguido bastante. Y luego se da por vencido. Se comporta igual cuando huye. No aprende que hay bichos que nunca se cansan y siguen adelante".
  Edgar Mendieta es un agente de la policía federal mexicana o, lo que es igual, es un bicho que nunca se cansa. Porque ni el archivo del caso por parte de su superior, ni el enfrentamiento con un pez gordo del narco, ni la oposición de la casta política aspirante al poder impedirán que "el Zurdo" siga adelante hasta resolver el asesinato del abogado Bruno Canizales, al que le han metido una bala de plata en la cabeza.
  Mendieta es también un perseguidor, un centauro del desierto mexicano, un tipo que, al igual que el soldado exconfederado Ethan Edwards, pertenece a esa raza de héroes solitarios, perdedores, incorruptibles, infatigables, desencantados y macerados con esa dureza que tanta ternura y fascinación despiertan.
  Torturado por el recuerdo de Bardominos, quien abusó sexualmente de él en la infancia, y perseguido por los sicarios del Queteco Valdés, nuestro poli acude asiduamente a la consulta del doctor Parra, el psiquiatra que le ayuda a superar el recuerdo de Goga Fox, la mujer que ama.
Claro que a veces una buena curda sobre la barra del bar donde reina la Cococha, un camarero homosexual, puede ser más terapéutico:

  Mendieta entraba en una borrachera suave, controlada, en la que jamás se consentía recordar salvo que debía rescatarse a sí mismo. La última vez que se lo permitió no fue a trabajar en una semana y fue necesaria la participación decidida de Ortega y Montaño para sacarlo de su postración. Doctor Parra, espero no verte en mucho tiempo, amigo; prometo que jamás volveré a ser débil y que, ante cualquier perturbación, me cortaré los huevos. Goga: evocó un rostro hermoso, una sonrisa, una forma de andar y bebió. ¿Por qué no vienes a recoger los pedazos? Están dispersos en las cloacas, mordidos por las ratas. La Cococha lo miró moviendo la cabeza: Edgar, sal de eso, mijo, el mundo está lleno de mujeres. No lo digas, carnal, no lo digas, no creas que no me asusta que todas esas mujeres se reduzcan a una. Es el amor, mi rey, y no tiene más que una salida; para nuestra desgracia es una trampa mortal, acuérdate de lo que me pasó con mi teniente coronel; tienes que salir, no hay de otra, mijo, ¿qué no eres hombre? Se acabó la cerveza y el tequila de golpe. El mesero movió la cabeza con desesperanza. El adicto creyente dejó su mesa, al no aparecer su proveedor se largó a otro antro.
 Una cerveza más y decidió marcharse. ¿Qué sería del hombre sin la noche? En su carro se tragó una pastilla Ranisen y masticó otra de Pepto para la acidez. Encendió el estéreo y corrió la versión de los Rolling de "Like a Rolling Stone", que consideraba fina y subyugante. Como una bendición, la manera de caminar de Goga  rumbo al baño ocupó su mente, pero sólo fue un instante. ¿Cimbreante viene de cimbra? Luego, escuchando a The Monkees, "A Little Bit Me, a Little Bit You", se fue a su casa en la Col Pop.

La novela de Élmer Mendoza de que hablo, Balas de plata, está escrita con la maestría de las grandes novelas negras. No le faltan la intriga de un caso que no se resuelve hasta la última página, un estilo ágil y seco donde se superponen el coro de voces de los personajes y de varios narradores, en una estructura un tanto enmarañada que remeda el ovillo que el "Zurdo" Mendieta tiene que desembrollar y la estupenda recreación de un ambiente que subraya lo que de terrorífico hay siempre tras de un asesinato.   
En este caso, la acción transcurre en ese mundo turbio de los cárteles mexicanos de la droga, la policía corrupta y los políticos sin escrúpulos. El melómano Edgar Mendieta, acompañado de su ayudante Gris Toledo, deambula por un escenario donde aparecen Mazatlán, camionetas Lobo y Hummers negras, Badiraguato, agua de tamarindo, tequila, Sonora, narcocorridos, el DF, lesbianas, el café Miró, la Universidad Autónoma de Sinaloa, Pedro Páramo, Ciudad Juárez, celulares, Smith & Wesson, encobijados y el club campestre Chapultepec.
No creo que actualmente haya en el mundo lugares que inspiren más miedo que estos.
Hacen falta muchos abrazos para no sucumbir en ese infierno:

  Descendió, demudado caminó por la acera. Se detenía. Avanzaba. Volvía a detenerse. Gris, a prudente distancia, comprendía que algo se estaba quebrando en su interior.
  Tres minutos permaneció en ese estado. Al final miró al cielo y se acercó a su compañera: Agente Toledo, ¿crees en el poder de los abrazos? Masculló que sí. Pues dame uno muy fuerte porque me está llevando la chingada.







 

lunes, 4 de junio de 2012

14 años y 20 poemas de Bukowski

  Eran otros tiempos, qué duda cabe. En la tele anunciaban ¡libros de poesía!
  Eran de la colección "Mitos poesía" de Mondadori. Costaban 350 pelas y siempre había la misma voz embaucadora recitando algunos versos. Recuerdo el que anunciaba a Neruda, y a Pessoa, y, sobre todo, recuerdo el de Bukowski.
   Lo recuerdo porque esa poesía no la enseñaban en las clases. Lo recuerdo porque aquello era la hostia.
  O sea que en un poema cabía la palabra "polla" y la palabra "puta" y la palabra "coño" y la palabra "orín", y la palabra "huevos". Y encima sonaban bien.
  O sea que se podía escribir sin mayúsculas y sin comas, como ahora hacen los niños de la ESO.
  Alberto, el profesor de Literatura, nos hablaba de los cisnes de Rubén, y de las princesas y de los palacios y de las perlas de Ormuz. Pero no nos dijo nunca que se podía ser coloquial, o incluso obsceno, y que en la suciedad también había belleza y desgarro.
   Recuerdo que llevaba a clase el libro escondido en la mochila, como ahora los niños llevan la blackberry.
  En los intercambios de clase, entre la Filosofía y la Historia, o entre la Lengua y el Latín, yo aprovechaba para leerles a mis compañeros, que acudían a mi mesa igual de excitados, algunos poemas de Bukowski. Muy tontos, nos creíamos que recitando a Bukowski podíamos atrapar a rubias despampanantes con gafitas:





  Era el último año del COU, antes de que llegara a nuestros corazones la entrañable LOGSE, y recuerdo que leíamos en voz muy baja y a escondidas estas cosas, soñando con que la rubia despampanante fuera algún día nuestra seguidora:


MI SEGUIDORA

di un recital de poesía el sábado pasado en
los bosques de las afueras de Santa Cruz
y estaba a punto de acabar
cuando oí un grito fuerte y largo
y una joven bastante guapa
corrió hacia mí
vestido largo y fuego en la mirada
y saltó al escenario
y gritó: «¡TE DESEO!
¡TE DESEO! ¡TÓMAME!
¡TÓMAME!»
le dije, «oye,
déjame en paz, coño».
pero siguió quitándome
la ropa y tirándose
sobre mí.
«¿dónde estabas?», le
pregunté, «¿cuando no tenía
qué comer y
enviaba cuentos cortos al
Atlantic Monthly?»
me agarró los huevos y casi
me los arranca, sus besos
sabían a sopa de mierda.
2 mujeres saltaron al escenario
y
se la llevaron a rastras
al bosque.
sus gritos aún se oían
cuando empecé el siguiente poema.
tal vez, pensé, tendría que haberla
poseído sobre el escenario frente
a todos aquellos ojos,
pero uno nunca sabe
si sería un buen poema o
un mal ácido.



  De repente esta noche, catorce años después, mis ojos se han tropezado con el mismo librito de pasta blanda que mi madre me compró sin saber muy bien la buena mujer qué me compraba. Es este:


  En aquella época un cubata costaba también 350 pesetas (menos cuando en la "hora loca" te ponían los lingotazos a 200 napos), pero nosotros vimos claro que la poesía de Bukowski, por ese dinero, colocaba mucho más. Así que nos echábamos un traguito entre hora y hora. No había más remedio, pues, que drogarse con su poesía para escuchar al de Matemáticas. O al de Historia. Sin ese sub-mundo de borrachos, mendigos, palmeras enfermas, violaciones, carreras de caballos, yonquis, yonquis putas y desolación, ¿tú crees que  habríamos aguantado las clases de Inglés o las de Griego?

  Uno veía que en la poesía de Bukowski respiraba una sombra de verdad, que si uno se acercaba a ella con calma y con las orejas bien estiradas se podía escuchar el latido lúcidamente pesaroso de un alma visionaria.
  Porque si consideramos la desastrosa situación a que nos han llevado esa panda de vomitivos lobicanes amancebados que son los políticos y los banqueros, este poema nos puede resultar revelador:


SI CONSIDERAMOS


"si consideramos lo que puede verse:
motores que nos vuelven locos,
amantes que acaban odiándose,
ese pescado que en el mercado
mira fijamente hacia atrás adentrándose
en nuestras mentes,
flores podridas, moscas atrapadas en telarañas,
motines, rugidos de leones enjaulados,
payasos enamorados de billetes,
naciones que transladan a la gente como peones de ajedrez,
ladrones a la luz del día con maravillosas
esposas y vinos por la noche,
las cárceles atestadas,
el tópico de los parados,
hierba moribunda, fuegos insignificantes,
hombres suficientemente viejos como para amar la tumba.


estas y otras cosas
demuestran que la vida gira en torno a un eje podrido.


pero nos han dejado un poco de música
y un póster clavado en el rincón,
un vaso de Whisky, una corbata azul,
un delgado volumen de poemas de Rimbaud,
un caballo que corre como si el diablo le estuviera
retorciendo la cola
sobre la hierba azul y el griterío
y después, de nuevo, el amor
como un coche que dobla la esquina,
puntual,
la ciudad a la espera,
el vino y las flores,
el agua corriendo a través del lago,
y verano e invierno y verano y verano
y de nuevo invierno."

lunes, 2 de abril de 2012

Mañana la tragedia. Esta noche "In albis teatro".

                                                                  A Pepe Luque, que cuando había BUP,

                                                                                                              no me puso sobresaliente.


Ni el barroquismo nihilista de El gran momento de Mary Tribune, ni el humor desmitificador de las novelas de Orejudo, ni las crónicas emocionantes de Chaves Nogales en su Defensa de Madrid, ni la muerte de Tabucchi ni Baudelaire ni Dostoievski ni Apuleyo.
Son los chicos del grupo "In albis teatro" los que han hecho que vuelva a darle a la tecla dos meses después. Son estas caras, estos gestos, estas poses, lo que me trae hoy aquí:




Dos años después de ganar el I Premio Nacional de Teatro Grecolatino con Anfitrión, han vuelto con Plauto y su comedia más famosa: Miles gloriosus. Conociendo ya al grupo y a su inquieto director, hubiera sido para ellos una mediocridad quedarse de nuevo simplemente en la perfección.
Esta puede ser, creo yo, una de las claves del grupo: no conformarse con la excelencia. No se trata solamente de hacerlo mejor. Se trata de hacerlo mejor, sí, y más difícil, en una continua superación de sí mismos, en una muestra constante de virtuosismo dramático:
Lo mismo que antes, vale, pero ahora con más cabriolas, tirabuzones y saltos mortales.
Están en el circense "más difícil todavía".
El grupo "In albis teatro" parece estar diciéndonos aquella mítica frase de Súper Ratón, el héroe de aquellos dibujos de mi infancia: "No se vayan todavía, aún hay más".


Digo todo esto porque cuando ya parecían haber tocado techo, cuando ya habían ganado todos los premios nacionales y recorrido los grandes festivales nacionales, este grupo monta una obra más ambiciosa y más compleja, y lo sigue bordando. Por eso no extraña que el grupo actúe ahora en Italia, y mañana sabe dios (o los dioses) dónde.

Su Miles gloriosus mueve a unas ¡veintiséis personas! que están todo el tiempo entrando y saliendo del escenario en un ritmo frenético. Y no solo del escenario, sino que el numerosísimo coro y varios de los personajes se mueven también entre las butacas de los espectadores, mezclándose con ellos, gritando, preguntando, envolviendo al público, que desde el primer minuto forma parte de la obra, metiéndose de lleno en la misma.
Pero por encima de todos ellos destacan tres actorazos de lujo, que son algo así como el núcleo duro del grupo: Javier Luque (Palestrión), Jesús Caballero (Escéledro) y Pedro Cubiles (Pirgopilices).
Ellos conforman la bordona de la excelente guitarra que tiene el grupo.
Como son amigos fuera del escenario y llevan ya algunos años trabajando juntos, eso se tiene que notar y se nota. Llevan el peso de la obra y muestran una soltura y un desenfado impropios de su edad. Desde que entran en escena, chorrean gracia, entre otras cosas porque se toman muy en serio el cachondeo.
Así que cuando coinciden en el escenario, resplandece la tan cacareada química o salta la afamada chispa poética o surge la consabida magia que tiene que surgir en el teatro. Llámalo como quieras. El caso es que con sus juegos de palabras, sus gestos procaces y sus saltos y sus bailes imprevistos consiguen revivir a Plauto y consiguen que uno esté carcajeándose todo el rato.
Míralos aquí, ¿no da un poquito de envidia ver lo bien que se lo pasan?





Belén Tortosa debuta magistralmente en el papel de Filocomasia, lo mismo que Javier Naranjo, el joven y enamorado y atontado Pleusicles, cuyas caras de pardillo están a la altura de la comedia. Estefanía Fernández (Acroteleutia) aporta experiencia desde su delicioso papel secundario de meretriz y su baile y sus movimientos de piernas son uno de los momentos más divertidos de la obra. Marcos Suárez (el viejo vecino Periplectómeno) es quizá el que más ha crecido, y su evolución como actor es más que notoria. Amanda Borrego (cocinera) y Miriam Gallardo (meretriz y esclava) destilan encanto cada vez que hablan. Y, por último, el coro, y la mona, y los soldados, sin cuya presencia la obra no sería lo que es.

La risa estalla también cuando los actores se ponen a cantar unas canciones que están muy bien traídas o cuando suena una música tan variopinta e inesperada (desde marchas de Semana Santa hasta ritmos de jazz) que solo a una mente atrevida y arriesgada como la de Pepe Luque, el padre de todo este hermoso y divertidísimo y necesario disparate, se le puede ocurrir.

Míralos cómo hacen de Charlie Parker o Count Basie; no podía haber nada mejor para rematar la obra que este final alocado, apoteósico, polifónico y swingante:


Los vi actuar de nuevo el pasado martes por la tarde, celebrando el día mundial del teatro. Me dejaron una sonrisa ya para el resto del día y la misma agradabilísima sensación que tuve cuando vi por primera vez Golfus de Roma, la peli británica que funde varias obras de Plauto. "In albis teatro" está ya a la altura del mejor Richard Lester.



Luego me fui con varios de ellos a beber cerveza y hablar de mil cosas.
Esa noche me fui a la cama feliz, cantando como Zero Mostel:

                                       "Mañana la tragedia
                                        Esta noche la comedia..."












domingo, 29 de enero de 2012

La literatura como redención

  Leí Madame Bovary porque el libro se cayó de la estantería donde cogía polvo en la biblioteca de mi pueblo. Llegó a mis manos por casualidad, como llegan las cosas que se van a quedar para siempre. Digamos que en ese momento yo pasaba por allí y que cuando me agaché a recogerlo del suelo, aún no era consciente de que estaba tocando por vez primera uno de los libros que más han hecho por que yo siguiera interesándome por esta cosa orgásmica, adictiva, enloquecedora, a veces profunda, otras banal, también dolorosa y si bien se mira inútil, que se llama literatura.
Era una edición de Alianza Editorial y llevaba un prólogo de Vargas Llosa extenso, sentido y agudísimo, que leí igualmente con frenesí, arrastrado aún, quizá, por la fuerza (no diré arrolladora para no caer en el sintagma hecho) con que Emma Bovary vivió su desdichada vida de insatisfecha.
Aquí te copio algunas palabras de Vargas Llosa, para que veas cómo la literatura, a veces, te puede salvar la vida.
Las drogas, el vino, la lujuria, el amor... son estupendas vías para la evasión, para la huida de una realidad implacablemente churretosa y esplenética, por decirlo con Baudelaire. Pero, lo malo, ay, es que todos esos caminos suelen dejar resaca.
Solo el arte, solo la literatura (podríamos decir la muerte, pero no queremos ponernos fúnebres este domingo ojeroso y último de enero) es un vía auténtica de liberación.

 Hace algunos años, durante unas semanas, tuve la sensación de una incompatibilidad definitiva con el mundo, una desesperación tenaz, un disgusto profundo de la vida. En algún momento me cruzó por la cabeza la idea del suicidio; otra noche recuerdo haber rondado (fatídica influencia de Beau geste), en las cercanías de la Place Denfert-Rochereau, las oficinas de la Legión, con la idea de infligirme , a través de la más odiosa de las instituciones, una fuga y una punición románticas: cambiar de nombre, de vida, desaparecer en un oficio rudo y vil. Es impagable la ayuda que me prestó, en ese período difícil, la historia de Emma, o, mejor dicho, la muerte de Emma. recuerdo haber leído en esos días, con angustiosa avidez, el episodio de su suicidio, haber acudido a esa lectura como otros, en circunstanxias parecidas, recurren al cura, la borrachera o la morfina, y haber extraído cada vez, de esas páginas desgarradoras, consuelo y equilibrio, repugnancia del caos, gusto por la vida. El sufrimiento ficticio neutralizaba el que yo vivía. Cada noche, para ayudarme, Emma entraba al desierto castillo de la Huchette y era humillada por Rodolphe; salía al campo donde la amargura y la impotencia la acercaban un instante a la locura; se deslizaba como un duende en la farmacia de Homais, y allí Justin, la inocencia convertida en secuaz de la muerte, la miraba tragar el arsénico en la penumbra del capharnaüm; volvía a su casa y padecía el indecible calvario: el sabor a tinta, la náusea, el frío en los pies, sus estremecimientos, los dedos que se incrustan en las sábanas, el sudor de su frente, el castañeteo de sus dientes, el extravío de sus ojos, los aullidos, las convulsiones, el vómito de sangre, la lengua que escupe su boca, el estertor final. Cada vez, a la tristeza y a la melancolía se mezclaba una curiosa sensación de sosiego y la consecuencia de la lacerante ceremonia eran para mí la admiración, el entusiasmo: Emma se mataba para que yo viviera. En otras ocasiones de contrariedad, depresión o simple malhumor he acudido a este remedio y casi siempre con el mismo resultado catártico. Esa experiencia y otras parecidas me han convencido de lo discutible de las teorías que defienden una literatura edificante por sus resultados. No son necesariamente las historias felices y con moraleja optimista las que levantan el espíritu y alegran el corazón de los lectores (virtudes que se le atribuían en el Perú al Pisco Vargas); en algunos casos, como en el mío, el mismo efecto lo pueden conseguir, por su sombría belleza, historias tan infelices y pesimistas como la de Emma Bovary.

¿Tú qué dices? ¿A ti qué te parece?
 Te dejo con el episodio resumido de la muerte de la Bovary.
Y luego me dices qué es lo que sientes.

  Y se tendió en la cama. La despertó un sabor acre que sentía en la boca. Entrevió a Carlos y cerró los ojos.
Se espiaba curiosamente para averiguar si no sufría. ¡Pero no, todavía nada! Oía el tictac del reloj, el ruido de la lumbre, y a Carlos que, de pie junto a su cama, respiraba.
"¡Qué poca cosa es la muerte! -pensaba-: ¡me dormiré, y se acabó!"
Bebió un trago de agua  y se volvió contra la pared. Aquel horrible gusto a tinta persistía.
-¡Tengo sed!... ¡Oh, qué sed tengo! -suspiró.
-Pero ¿qué tienes? -dijo Carlos ofreciéndole un vaso.
-¡No es nada!... ¡Abre la ventana... me ahogo!
Y le dio una náusea tan súbita que apenas tuvo tiempo de coger el pañuelo debajo de la almohada.
-¡Llévalo! -dijo vivamente-;  ¡tíralo!
Carlos al interrogó; ella no contestó. Estaba  muy quieta, por miedo a que la menor emoción la hiciera vomitar. Sentía un frío glacial que le subía desde los pies hasta el corazón.
-¡Ah, ya empieza! -murmuró.
-¿Qué dices?
Movía la cabeza con un gesto suave, lleno de angustia, a ala vez que abría continuamente la boca, como si llevara bajo la lengua algo muy pesado. A las ocho reaparecieron los vómitos.

[...]

 Gotas de sudor surcaban su cara azulenca, que parecía como fijada en la exhalación de un vapor metálio. Le castañeteaban los dientes, los ojos, agrandados, miraban vagamente en torno, y a todaslas preguntas respondía solamente con un movimiento de cabeza; hasta sonrió dos o tres veces. Poco a poco, sus gemidos fueron siendo más fuertes. Se le escapó un alarido sordo; dijo que estaba mejor y que se iba a levantar en seguida. Sobrevinieron las convulsiones; exclamó:
-¡Ah, esto es atroz, Dios mío!
Carlos se arrodilló junto a la cama.
-¡Habla! ¿Qué has tomado? ¡Contesta, por amor de Dios!
Y la miraba con unos ojos tan tiernos como nunca ella se los viera.
-¡Pues allí..., allí!... -dijo con voz desmayada.
Carlos se abalanzó al secretaire, abrió la carta y leyó en voz alta: Que no se culpe a nadie...Se detuvo, se pasó la mano por los ojos y siguió leyendo.
-¡Ah! ¡Socorro, socorro!
Y no sabía decir más que esta palabra: "¡Envenenada! ¡Envenenada!"

[...]

-¡No llores! -le dijo-. ¡Muy pronto dejaré de atormentarte!
-¿Por qué? ¿Quién te ha obligado?
Emma replicó:
-Era necesario, amigo mío.
-¿No eras feliz? ¿Es culpa mía? ¡Sin embargo, he hecho todo lo que he podido!
-Sí..., es verdad... ¡Tú síe res bueno!
Y le pasaba, despacio, la mano por el pelo. La dulzura de esa sensación ahondaba su tristeza; sentía todo su ser derrumbarse de desesperación ante la idea de que iba a perderla sin remedio, precisamente cuando le manifestaba más amor que nunca; y no encontraba nada; no sabía, no se atrevía, la urgencia de una resolución inmediata acababa de trastornarle.
Ella pensaba que ya había terminado con todas las traiciones, las bajeas y las innumerables concupiscencias que la torturaban. Ahora no odiaba a nadie; en su pensamiento se abatía una confusión de crepúsculo, y de todos los ruidos de la tierra no oía más que el intermitente lamento de aquel pobre corazón, un lamento dulce e indistinto, como el último eco de una sinfonía que se aleja.

[...]

De pronto se oyó en la acera un ruido de grandes zuecos, con el golpear de una cachaba; y se elevó una voz ronca que cantaba:

Souvent la chaleur d´un beau jour
Fait réver fillette à l´amour.

Emma se incorporó como un cadáver que se galvaniza, suelto el pelo, fijos los ojos, muy abiertos.

[...]

-¡El ciego! -exclamó.
Y Emma se echó a reír con una risa atroz, frenética, desesperada, creyendo ver la horrible faz del mísero, que se levantaba en las tinieblas eternas como un endriago.

Il suofla bien fort ce jour-là,
Et le jupon court s´envola!

Una convulsión la derribó de nuevo sobre la cama. Todos se acercaron. Había dejado de existir.  

La pobre Emma, ¿no te da pena? ¡Qué final más triste! ¡Quién lo diría viendo esta portada del libro!


  

domingo, 22 de enero de 2012

Buenísimas influencias

"Lo leí aquella noche, en la cama, asustado y atrapado por la mugre y la desolación de sus páginas. Puedo recitarles poemas enteros que me aprendí entonces. Sylvia Plath me abrió las maravillosas puertas de la perversión. Sí, no se ría. ustedes, los españoles, y también los franceses y los italianos, han crecido en otra tradición y no son capaces de entender este deslumbramiento. Pero los que hablamos inglés no hemos tenido ni a Rabelais ni a Sade ni a Bocaccio ni a Quevedo. La mierda, el orín, el semen y los coños han estado siempre fuera de la literatura, y todavía hoy nos sorprenden mucho. Fíjese en los escritores de ahora. Sí, joden mucho, compiten por ver quién la tiene más larga, quién describe mejor las infecciones vaginales, quién expresa mejor el dolor que se siente al ser desvirgado por el culo con una polla de dos pies de largo y quién construye al pederasta más simpático y popular. Son como esas chicas de barrio que juntan un dinero, compran sin conocimiento todo lo que no ham podido comprar antes y lo amontonanpor la casa sin saber qué hacer con ello. No saben usarlo. Ni siquiera quieren usarlo. Sólo quieren saber que pueden. Qué demonios, llevan siglos reprimidos. Dejémosle follar como locos una temporada. No seré yo quien venga con reprimendas de viejo cicatero. Ya se calmarán. De todo se cansa uno, créame. Y hemos estado tan faltos de oscuridad, hemos condenado al desván tanta sensualidad y tantas maravillosas aberraciones, que debemos airearlas. Nuestros clásicos no supieron valorar la suciedad. Los suyos, sí. Cuando uno tropieza con una mierda en un texto de Quevedo, siente que está en su sitio, pero si coloca esa mierda en una pieza de tetaro isabelino, apestará tanto que tendrá que dejar de leer. Quizá lo escatológico esté latente en las caricias y los perfumes de Wilde; quizá esté insinuado en las alucinaciones de Poe, y enfermizamente oculto en todos esos cuentistas de terror de Nueva Inglaterra, pero hay que bucear tanto para encontrarlo que no merece la pena el esfuerzo. ¡Ni siquiera Carroll fue capaz de decir abiertamente que le gustaría follarse a las hijas de sus amigos y tuvo que inventarse ese retorcido cuento! Los anglosajones pedíamos a gritos romper los corsés y liberar todos los fluidos que llevaban generaciones retenidos. ¿Cree usted que el punk hubiera podido estallar en otro sitio que no fuera Londres, con sus veteranos de guerra y su five o´clock tea? Había que rajar la panza de Winston Churchill y esparcir sus tripas por las calles".  


   La cita es un poco larga, vale, pero no podía dejar de copiar este maravilloso párrafo de uno de los cuentos que Sergio del Molino reúne en su libro Malas influencias. El cuento del que extraigo este texto va de la muerte de la poetisa Sylvia Plath y de cómo un tal Herbert, estudiante y aprendiz de poeta, la acompaña en sus últimos días hasta el punto de que la ayuda, involuntariamente, en su suicidio. Abandonada por su marido, el poeta Ted Hugues, y después de acostar a los niños, Sylvia Plath escucha a Beethoven mientras bebe coñac. Este cuento, "Malas influencias", es el que da título al libro.
Esta es Sylvia Plath:



Uno, después de leer el cuento de Sergio del Molino, tiene ganas de leer la poesía de Sylvia Plath.
Y este es Sergio del Molino:




  Uno, después de leer a Sergio del Molino, tiene ganas de seguir leyendo a Sergio del Molino.
 En la imagen está apoyado sobre varios ejemplares del libro del que hablo, Malas influencias
 En cuanto lo compré, me fui a un banco del parque de María Luisa, uno de esos bancos que parecen hechos para sentarse a leer allí un sábado con sol de mañana.
  Por lo bucólico del paisaje, lo mismo pegaba más releerse las églogas de Garcilaso, pero es que de tanto Garcilaso también se acaba hartando uno.
  En los cuentos de Sergio del Molino no hay Nemorosos dando el coñazo con sus lamentos ni ninfas lamentando la huida de los coños.
  O mejor dicho, las ninfas y los salicio-nemorosos de sus relatos son más bien maltratadores, terroristas, esquizofrénicos, suicidas, asesinos o poetas con su pan desencantado. Todos, personajes que viven, o malviven, al límite, o al margen de lo que comúnmente y para nuestra tranquilidad hemos dado en llamar normalidad;  todos, en el fondo, personajes que sufren algún tipo de abandono.  
  Como los pastores clásicos del Renacimiento, vaya.

  El libro me lo consiguió Juanlu, el creador de ese hermoso proyecto que se llama Palimpsesto2punto0.
  Puedes entrar aquí para ver con más detalle de qué hablo: http://palimpsesto2punto0.com/
Palimpsesto2punto0 es una revista literaria digital y una librería y una editorial fantásticas donde se trata con mucha exquisitez a todo el mundo (puedo dar fe) y donde se destila pasión por lo literario (puedo dar fe: conozco a sus colaboradores habituales; con todos he hablado de literatura y con todos me he emborrachado).
  El promotor de todo este tinglado, el alma mater, es mi amigo Juanlu, que es algo así, para entendernos, como el Carlos Barral de Sevilla.
  Juanlu Gavala, antes que editor y librero, y antes que filólogo, enfermero y bombero, es también poeta, como Carlos Barral, el de la editorial Seix-Barral. 
 Así que ya veo a un montón de jóvenes autores, dentro de unos años, presentarse al premio Gavala de novela, que convoca la editorial Álvarez-Gavala. O al premio Palimpsesto de poesía.

  Sergio del Molino ha publicado sus Malas influencias en Tropo Editores. Tiene otros libros.
El restaurante favorito de Nina Hagen y Soldados en el jardín de la paz son también suyos.
Pero a lo mejor en un futuro publica con Palimpsesto2punto0.
Yo ya lo veo, ¿y tú? 
  A Sergio del Molino llegué por un artículo suyo que alguien había colgado en twitter. Mientras todo el mundo lloraba por el posible cierre del diario Público, él se dedicaba a comentar la carta a los lectores con que Jesús Maraña explicaba las causas del  inminente cierre.
  Me encantó. Su estilo, su rotundidad en la crítica al director del periódico, su desdén por la indigestión de sensiblería que saturaba las redes sociales esos días.
  Mientras todo el mundo garcilaseaba por el abandono a Público, él se centraba en la mala gestión de la empresa y en la falta de una verdadera calidad periodística en el periódico.
  Desde entonces soy seguidor de su blog, donde se habla con humor, ingenio y rigor de libros, música, artículos..., ya sabes, de esas cosas que nos permiten seguir tirando.
  No he podido empezar mejor el 2012: me encanta este tío.
  Entenderás lo que digo cuando te des una vuelta por aquí: http://sergiodelmolino.com/

Luego puedes agradecérmelo invitándome a un güisquito.

domingo, 8 de enero de 2012

El vino de los traperos

   El amigo Pablo se invitó a una fabada de su madre para celebrar el fin de las fiestas navideñas, que tanto nos amargan. Mientras venía el suculento plato, le atacamos a la chacina y descorchamos unas botellitas de vino, nada, poca cosa, lo justo para unas pastillas que nos ha mandado a los tres el médico, jeje.




 Pablo habita un bonito sotabanco de Peris Mencheta. Claro que a la media hora - y entre la música de Billie Holliday, el vino, la animada charla intrascendente, el chorizo, los recuerdos, Baudelaire y el inevitable tomate- aquello era ya nuestro palacio.
Porque nosotros no somos como aquel guindilla valleinclanesco que no sabía nada, ni soñar.
Donde nosotros vivimos siempre es palacio.
Encima de la mesa teníamos Las flores del mal. Y nadie mejor que Baudelaire, el poeta maldito, el decadente, el simbolista, el dandi, el bohemiazo rebelde y atormentado que se pintaba el pelo de verde, para acompañar unos vinos.
Alberto jura que esta tarde, mientras engullía el queso y la caballa y las nueces con membrillo, ha escuchado cantar el alma del vino en las botellas. Y, por lo visto, el vino dice que decía más o menos esto:


 El alma del vino

Cantó una noche el alma del vino en las botellas:
«¡Hombre, elevo hacia ti, caro desesperado,
Desde mi vítrea cárcel y mis lacres bermejos,
Un cántico fraterno y colmado de luz!»


Sé cómo es necesario, en la ardiente colina,
Penar y sudar bajo un sol abrasador,
Para engendrar mi vida y para darme el alma;
Mas no seré contigo ingrato o criminal.

Disfruto de un placer inmenso cuando caigo
En la boca del hombre al que agota el trabajo,
y su cálido pecho es dulce sepultura
Que me complace más que mis frescas bodegas.

¿Escuchas resonar los cantos del domingo
y gorjear la esperanza de mi jadeante seno?
De codos en la mesa y con desnudos brazos
Cantarás mis loores y feliz te hallarás;

Encenderé los ojos de tu mujer dichosa;
Devolveré a tu hijo su fuerza y sus colores,
Siendo para ese frágil atleta de la vida,
El aceite que pule del luchador los músculos.

Y he de caer en ti, vegetal ambrosía,
Raro grano que arroja el sembrador eterno,
Porque de nuestro amor nazca la poesía
Que hacia Dios se alzará como una rara flor!»



Pablo, en el fondo, se parece un poco a Baudelaire:






¿No te parece? Además, él también piensa que el vino vale más que los besos lujuriosos de esas flacas Adelinas que se ganan la vida en la Alameda. 
Esas daifas que, por cierto, parecen salidas ("y las urnas de amor que son vuestros corazones") de un poema de Baudelaire.


El vino del solitario

La singular mirada de una mujer galante
Que llega hasta nosotros como la blanca luz
Que enviara la luna al lago tembloroso
Cuando quiere bañar su indolente belleza
;


Los últimos escudos que tiene un jugador;
Un beso lujurioso de la flaca Adelina;
Los ecos de una música cálida y enervante
Como el grito lejano del humano sufrir,

No vale todo ello, oh botella profunda,
El penetrante bálsamo que tu fecundo vientre
Ofrece al corazón del poeta abrumado;


Tú le dispensas vida, juventud y esperanza
-Y orgullo, esa defensa frente a toda miseria
Que nos vuelve triunfales y a dioses semejantes.



 Y así hemos ido pasando la tarde, despidiendo la maldita Navidad, preparándonos para el segundo trimestre y lamentando la bajada de nuestro sueldo. Como la cosa siga así, dentro de poco tendremos que prescindir de algunas cosas. Al final vamos a acabar como esos traperos que andan entre la basura y los desechos.
Menos mal que siempre nos quedarán Baudelaire y el vino, el hijo sagrado del Sol:



 El vino de los traperos

Frecuentemente, al claro fulgor de un reverbero
Del cual bate el viento la llama y atormenta el vidrio,
En el corazón de un antiguo arrabal, laberinto fangoso
Donde la humanidad bulle en fermentos tempestuosos,

Se ve un trapero que llega, meneando la cabeza,

Tropezando, y arrimándose a los muros como un poeta,
Y, sin cuidarse de los polizontes, sus sombras negras
Expande todo su corazón en gloriosos proyectos.

Formula juramentos, dicta leyes sublimes,

Aterra los malvados, redime las víctimas,
Y bajo el firmamento cual un dosel suspendido,
Se embriaga con los esplendores de su propia virtud.

Sí, esta gente hostigada por miserias domésticas,

Molidos por el trabajo y atormentados por la edad,
Derrengados y doblándose bajo un montón de basuras,
Vómitos confusos del enorme París,

Retornan, perfumados de un olor de toneles,

Seguidos de compañeros, encanecidos en las batallas,
Cuyos mostachos penden como las viejas banderas.
Los pendones, las flores y los arcos triunfales

Iérguense ante ellos, ¡solemne sortilegio!

¡Y en la ensordecedora y luminosa orgía
Clarines, sol, aclamaciones y tambores,
Tráenle la gloria al pueblo ebrio de amor!

Es así como a través de la Humanidad frívola

El vino arrastra el oro, deslumbrante Pactolo;
Por la garganta del hombre canta sus proezas
Y reina por sus dones así como los verdaderos reyes.

Para ahogar el rencor y acunar la indolencia

De todos estos viejos malditos que mueren en silencio,
Dios, tocado por los remordimientos, había hecho el sueño;
¡El hombre agregó el Vino, hijo sagrado del Sol!