lunes, 2 de abril de 2012

Mañana la tragedia. Esta noche "In albis teatro".

                                                                  A Pepe Luque, que cuando había BUP,

                                                                                                              no me puso sobresaliente.


Ni el barroquismo nihilista de El gran momento de Mary Tribune, ni el humor desmitificador de las novelas de Orejudo, ni las crónicas emocionantes de Chaves Nogales en su Defensa de Madrid, ni la muerte de Tabucchi ni Baudelaire ni Dostoievski ni Apuleyo.
Son los chicos del grupo "In albis teatro" los que han hecho que vuelva a darle a la tecla dos meses después. Son estas caras, estos gestos, estas poses, lo que me trae hoy aquí:




Dos años después de ganar el I Premio Nacional de Teatro Grecolatino con Anfitrión, han vuelto con Plauto y su comedia más famosa: Miles gloriosus. Conociendo ya al grupo y a su inquieto director, hubiera sido para ellos una mediocridad quedarse de nuevo simplemente en la perfección.
Esta puede ser, creo yo, una de las claves del grupo: no conformarse con la excelencia. No se trata solamente de hacerlo mejor. Se trata de hacerlo mejor, sí, y más difícil, en una continua superación de sí mismos, en una muestra constante de virtuosismo dramático:
Lo mismo que antes, vale, pero ahora con más cabriolas, tirabuzones y saltos mortales.
Están en el circense "más difícil todavía".
El grupo "In albis teatro" parece estar diciéndonos aquella mítica frase de Súper Ratón, el héroe de aquellos dibujos de mi infancia: "No se vayan todavía, aún hay más".


Digo todo esto porque cuando ya parecían haber tocado techo, cuando ya habían ganado todos los premios nacionales y recorrido los grandes festivales nacionales, este grupo monta una obra más ambiciosa y más compleja, y lo sigue bordando. Por eso no extraña que el grupo actúe ahora en Italia, y mañana sabe dios (o los dioses) dónde.

Su Miles gloriosus mueve a unas ¡veintiséis personas! que están todo el tiempo entrando y saliendo del escenario en un ritmo frenético. Y no solo del escenario, sino que el numerosísimo coro y varios de los personajes se mueven también entre las butacas de los espectadores, mezclándose con ellos, gritando, preguntando, envolviendo al público, que desde el primer minuto forma parte de la obra, metiéndose de lleno en la misma.
Pero por encima de todos ellos destacan tres actorazos de lujo, que son algo así como el núcleo duro del grupo: Javier Luque (Palestrión), Jesús Caballero (Escéledro) y Pedro Cubiles (Pirgopilices).
Ellos conforman la bordona de la excelente guitarra que tiene el grupo.
Como son amigos fuera del escenario y llevan ya algunos años trabajando juntos, eso se tiene que notar y se nota. Llevan el peso de la obra y muestran una soltura y un desenfado impropios de su edad. Desde que entran en escena, chorrean gracia, entre otras cosas porque se toman muy en serio el cachondeo.
Así que cuando coinciden en el escenario, resplandece la tan cacareada química o salta la afamada chispa poética o surge la consabida magia que tiene que surgir en el teatro. Llámalo como quieras. El caso es que con sus juegos de palabras, sus gestos procaces y sus saltos y sus bailes imprevistos consiguen revivir a Plauto y consiguen que uno esté carcajeándose todo el rato.
Míralos aquí, ¿no da un poquito de envidia ver lo bien que se lo pasan?





Belén Tortosa debuta magistralmente en el papel de Filocomasia, lo mismo que Javier Naranjo, el joven y enamorado y atontado Pleusicles, cuyas caras de pardillo están a la altura de la comedia. Estefanía Fernández (Acroteleutia) aporta experiencia desde su delicioso papel secundario de meretriz y su baile y sus movimientos de piernas son uno de los momentos más divertidos de la obra. Marcos Suárez (el viejo vecino Periplectómeno) es quizá el que más ha crecido, y su evolución como actor es más que notoria. Amanda Borrego (cocinera) y Miriam Gallardo (meretriz y esclava) destilan encanto cada vez que hablan. Y, por último, el coro, y la mona, y los soldados, sin cuya presencia la obra no sería lo que es.

La risa estalla también cuando los actores se ponen a cantar unas canciones que están muy bien traídas o cuando suena una música tan variopinta e inesperada (desde marchas de Semana Santa hasta ritmos de jazz) que solo a una mente atrevida y arriesgada como la de Pepe Luque, el padre de todo este hermoso y divertidísimo y necesario disparate, se le puede ocurrir.

Míralos cómo hacen de Charlie Parker o Count Basie; no podía haber nada mejor para rematar la obra que este final alocado, apoteósico, polifónico y swingante:


Los vi actuar de nuevo el pasado martes por la tarde, celebrando el día mundial del teatro. Me dejaron una sonrisa ya para el resto del día y la misma agradabilísima sensación que tuve cuando vi por primera vez Golfus de Roma, la peli británica que funde varias obras de Plauto. "In albis teatro" está ya a la altura del mejor Richard Lester.



Luego me fui con varios de ellos a beber cerveza y hablar de mil cosas.
Esa noche me fui a la cama feliz, cantando como Zero Mostel:

                                       "Mañana la tragedia
                                        Esta noche la comedia..."