lunes, 4 de junio de 2012

14 años y 20 poemas de Bukowski

  Eran otros tiempos, qué duda cabe. En la tele anunciaban ¡libros de poesía!
  Eran de la colección "Mitos poesía" de Mondadori. Costaban 350 pelas y siempre había la misma voz embaucadora recitando algunos versos. Recuerdo el que anunciaba a Neruda, y a Pessoa, y, sobre todo, recuerdo el de Bukowski.
   Lo recuerdo porque esa poesía no la enseñaban en las clases. Lo recuerdo porque aquello era la hostia.
  O sea que en un poema cabía la palabra "polla" y la palabra "puta" y la palabra "coño" y la palabra "orín", y la palabra "huevos". Y encima sonaban bien.
  O sea que se podía escribir sin mayúsculas y sin comas, como ahora hacen los niños de la ESO.
  Alberto, el profesor de Literatura, nos hablaba de los cisnes de Rubén, y de las princesas y de los palacios y de las perlas de Ormuz. Pero no nos dijo nunca que se podía ser coloquial, o incluso obsceno, y que en la suciedad también había belleza y desgarro.
   Recuerdo que llevaba a clase el libro escondido en la mochila, como ahora los niños llevan la blackberry.
  En los intercambios de clase, entre la Filosofía y la Historia, o entre la Lengua y el Latín, yo aprovechaba para leerles a mis compañeros, que acudían a mi mesa igual de excitados, algunos poemas de Bukowski. Muy tontos, nos creíamos que recitando a Bukowski podíamos atrapar a rubias despampanantes con gafitas:





  Era el último año del COU, antes de que llegara a nuestros corazones la entrañable LOGSE, y recuerdo que leíamos en voz muy baja y a escondidas estas cosas, soñando con que la rubia despampanante fuera algún día nuestra seguidora:


MI SEGUIDORA

di un recital de poesía el sábado pasado en
los bosques de las afueras de Santa Cruz
y estaba a punto de acabar
cuando oí un grito fuerte y largo
y una joven bastante guapa
corrió hacia mí
vestido largo y fuego en la mirada
y saltó al escenario
y gritó: «¡TE DESEO!
¡TE DESEO! ¡TÓMAME!
¡TÓMAME!»
le dije, «oye,
déjame en paz, coño».
pero siguió quitándome
la ropa y tirándose
sobre mí.
«¿dónde estabas?», le
pregunté, «¿cuando no tenía
qué comer y
enviaba cuentos cortos al
Atlantic Monthly?»
me agarró los huevos y casi
me los arranca, sus besos
sabían a sopa de mierda.
2 mujeres saltaron al escenario
y
se la llevaron a rastras
al bosque.
sus gritos aún se oían
cuando empecé el siguiente poema.
tal vez, pensé, tendría que haberla
poseído sobre el escenario frente
a todos aquellos ojos,
pero uno nunca sabe
si sería un buen poema o
un mal ácido.



  De repente esta noche, catorce años después, mis ojos se han tropezado con el mismo librito de pasta blanda que mi madre me compró sin saber muy bien la buena mujer qué me compraba. Es este:


  En aquella época un cubata costaba también 350 pesetas (menos cuando en la "hora loca" te ponían los lingotazos a 200 napos), pero nosotros vimos claro que la poesía de Bukowski, por ese dinero, colocaba mucho más. Así que nos echábamos un traguito entre hora y hora. No había más remedio, pues, que drogarse con su poesía para escuchar al de Matemáticas. O al de Historia. Sin ese sub-mundo de borrachos, mendigos, palmeras enfermas, violaciones, carreras de caballos, yonquis, yonquis putas y desolación, ¿tú crees que  habríamos aguantado las clases de Inglés o las de Griego?

  Uno veía que en la poesía de Bukowski respiraba una sombra de verdad, que si uno se acercaba a ella con calma y con las orejas bien estiradas se podía escuchar el latido lúcidamente pesaroso de un alma visionaria.
  Porque si consideramos la desastrosa situación a que nos han llevado esa panda de vomitivos lobicanes amancebados que son los políticos y los banqueros, este poema nos puede resultar revelador:


SI CONSIDERAMOS


"si consideramos lo que puede verse:
motores que nos vuelven locos,
amantes que acaban odiándose,
ese pescado que en el mercado
mira fijamente hacia atrás adentrándose
en nuestras mentes,
flores podridas, moscas atrapadas en telarañas,
motines, rugidos de leones enjaulados,
payasos enamorados de billetes,
naciones que transladan a la gente como peones de ajedrez,
ladrones a la luz del día con maravillosas
esposas y vinos por la noche,
las cárceles atestadas,
el tópico de los parados,
hierba moribunda, fuegos insignificantes,
hombres suficientemente viejos como para amar la tumba.


estas y otras cosas
demuestran que la vida gira en torno a un eje podrido.


pero nos han dejado un poco de música
y un póster clavado en el rincón,
un vaso de Whisky, una corbata azul,
un delgado volumen de poemas de Rimbaud,
un caballo que corre como si el diablo le estuviera
retorciendo la cola
sobre la hierba azul y el griterío
y después, de nuevo, el amor
como un coche que dobla la esquina,
puntual,
la ciudad a la espera,
el vino y las flores,
el agua corriendo a través del lago,
y verano e invierno y verano y verano
y de nuevo invierno."