viernes, 20 de julio de 2012

Los súbditos aleves, los vasallos indignados

FLORES

Rey supremo,
mis heridas no consienten
dilatar el triste caso,
por ser mi vida tan breve.
De Fuente Ovejuna vengo,
donde, con pecho inclemente,
los vecinos de la villa
a su señor dieron muerte.
Muerto Fernán Gómez queda
por sus súbditos aleves,
que vasallos indignados
con leve causan se atreven.
Con título de tirano,
que le acumula la plebe,
a la fuerza de esta voz
el hecho fiero acometen;
y quebrantando su casa,
no atendiendo a que se ofrece
por la fe de caballero
a que pagará a quien debe,
no sólo no le escucharon,
pero con furia impaciente
rompen el cruzado pecho
con mil heridas crueles;
y por las altas ventanas
le hacen que al suelo vuele,
adonde en picas y espadas
le recogen las mujeres.
llévanle a una casa muerto,
y a porfía, quien más puede,
mesa su barba y cabello,
y apriesa su rostro hieren.
(...)
                                  Fuente Ovejuna, Lope de Vega


Imagino que todas sus señorías habrán leído la obra de Lope de Vega.
Les conviene no olvidarla, sobre todo a Rajoy, que en esta tragicomedia representa el papel del Comendador Fernán Gómez, muerto a manos del pueblo, harto de soportar sus continuas villanías.
En el pasaje que reproduzco quien habla es Flores, el criado del Comendador, que ha visto cómo toda Fuente Ovejuna se ha cargado al tirano.

Recuerdo hoy Fuente Ovejuna, después del 19J, porque al pueblo se le están empezando a hinchar de nuevo las narices.
Y veo que es el mismo pueblo de hace cuatro siglos, porque el pueblo es inmortal, imperecedero, eterno.

Si no te lo crees, asómate a estas fotos. Ahí están los personajes de Lope, todos, son los mismos, solo que con otros ropajes.
Fíjate bien, por ahí vociferan y se indignan Laurencia, Mengo, Barrildo, Pascuala, Frondoso, Juan Rojo, Esteban, Alonso, Jacinta, Leonelo...
















Es el mismo pueblo de principios del XX, el que aparecía también en Luces de bohemia (pasan los años, pasan los políticos y los amores, pero el que no pasa nunca es Valle):

LA PISA BIEN

¿Ustedes bajaron hasta la Cibeles? Allí ha sido la faena entre los manifestantes y los Polis Honorarios. A alguno le hemos dado mulé.

DON LATINO

Todos los amarillos debían ser arrastrados.

DORIO DE GADEX

¡Maestro, usted no ha temido el rebuzno libertario del honrado pueblo!

MAX

¡El épico rugido del mar! ¡Yo me siento pueblo!

DORIO DE GADEX

¡Yo, no!

MAX

¡Porque eres un botarate!


Al pueblo, a su épico rugido, a su rebuzno libertario, siempre hay que temerle.
El pueblo parece que está de nuevo indignado.
Y el pueblo, además, frente a la retórica hueca y torticera de los políticos, habla siempre muy clarito:





domingo, 15 de julio de 2012

Andrea Fabra, la sheriff de Potts Country

 

Le dije que decía la puta verdad, toda toda la verdad. Yo sólo me amaba a mí mismo y estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Y que tenía que seguir mintiendo, valiéndome de chanchullos, bebiendo whisky, jodiendo con tías y yendo a la iglesia los domingos con las demás personas respetables.
  -Y aún te diré algo más -añadí-. Algo más sensato que todas las tonterías que he leído. Es mejor el ciego, tío John, es mejor el ciego que se mea por la ventana que el listillo que lo engaña para que lo haga. ¿Sabes quién es el listillo, tío John? Bueno, pues se parece a mucha gente, se parece a todos, a todos los hijos de puta que se vuelven cuando cae una moneda al suelo, a todos los cabrones que van con sus huevos por delante con un dedo en el culo y otro en la boca creyendo que no les pasará nada, a todos los chuloputas que piensan que la orina se les volverá limonada, a todas las almas cándidas hechas al parecer a imagen y semejanza de Dios y a quienes lamentaría profundamente encontrarme en una noche oscura. Incluso a ti, particularmente a ti, tío John; a la gente que se queda oliendo la mierda con la boca abierta y hace como que se sorprende cuando uno le mete en ella una boñiga. Sí, no puedes menos que ser lo que eres, apenas un pobre y viejo negro. Porque esto es lo que dices tú, tío John. Pero ¿sabes lo que yo digo? Yo digo que te den por el culo. Que no tienes más remedio que ser lo que eres y que yo no puedo evitar el ser lo que soy; y sabes jodidamente bien lo que soy y lo que tiene que ocurrir. Sabes rematadamente bien que no tienes amigos blancos. Debes saber condenadamente bien que no vas a tener ninguno porque apestas, tío John, y porque vas por el mundo pidiendo que te jodan bien jodido. ¿Cómo se puede tener un amigo así?
  Le vacié los dos cañones de la escopeta.
  Casi quedó partido en dos.
                                                                             
                                                                                                  1.280 almas, Jim Thompson



  Ya sabemos dónde ha aprendido la diputada Andrea Fabra ese lenguaje tan vulgar y esa rabia que se le arremolina en las palmas cuando aplaude: ¡en las novelas de Jim Thompson!

  El autor americano nació en una reserva india de Oklahoma y tuvo que desempeñar varios oficios que le aportaron las duras experiencias que luego refleja en su literatura con un estilo áspero y descarnado. Sus numerosos trabajos (redactor en un periódico, botones de hotel, obrero de la construcción, bracero, currante en un oleoducto, traficante de alcohol en los tiempos prohibidos, etc.) le llevaron irremisiblemente al estrés intenso, la bebida y la tuberculosis.

  A mí me hubiera pasado lo mismo, no sé a ti.

  Andrea Fabra, no crean, tampoco lo tuvo fácil. Tuvo que fatigarse mucho para llegar a ser asesora parlamentaria, gerente de Relaciones Internacionales de Telefónica, Secretaria Ejecutica de Política Social del PP valenciano, senadora, portavoz del PP en la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados, vocal en la Comisión de Educación y Deporte y esposa de José Güemes, ex consejero de Empleo y de Sanidad en la Comunidad de Madrid.

  Si yo tuviera todos esos cargos, no sé tú, también aliviaría mi estrés en el bebercio, como Jim Thompson.

  Y como Jim Thompson, Andrea Fabra también tiene problemas económicos. ¿Tú no los tendrías si todos los meses tuvieras que hacer frente a dos hipotecas de 541.000 y 1,2 millones de euros? Aparte de los seguros de los dos coches que posee y de los cuatro planes de pensiones que superan los 55.600 euros.

  Pero la cosa no queda ahí. El padre Jim Thompson era un adinerado sheriff corrupto del condado de Caddo en Oklahoma. Tuvo que huir a México para evitar problemas legales por malversación de fondos públicos. Era un hombre alocado, jugador compulsivo, que hizo una fortuna en el petróleo y la dilapidó rápidamente.
  El padre de Andrea Fabra, mira tú por dónde, está imputado por diversos delitos de tráfico de influencias, por cohecho y por el delito fiscal correspondiente al ejercicio 1999. Creemos que no ha hecho fortuna en el petróleo, ni falta que le hace, porque tiene mucha suerte: le tocaron dos millones de euros en la lotería y le han regalado decenas de parcelas rústicas que luego se han convertido en urbanizables.

  O sea que yo veo, entre Andrea Fabra y Jim Thompson, vidas paralelas. Algún editor debería incluirlas en el libro de Plutarco, detrás de las vidas de Alejandro y Julio César y antes de las de Agesilao y Pompeyo.

  Así que no te sorprendas si Andrea Fabra habla como los personajes de las novelas de Jim Thompson. En el fragmento anterior de su novela 1.280 almas, el sheriff de Potts Country se llama Nick Corey y no tiene ningún incoveniente en cargarse al pobre y viejo negro tío John, que no ha hecho nada. Pero antes le suelta esa perorata:

  Pero ¿sabes lo que yo digo? Yo digo que te den por el culo. Que no tienes más remedio que ser lo que eres y que yo no puedo evitar el ser lo que soy; y sabes jodidamente bien lo que soy y lo que tiene que ocurrir. Sabes rematadamente bien que no tienes amigos blancos. Debes saber condenadamente bien que no vas a tener ninguno porque apestas, tío John, y porque vas por el mundo pidiendo que te jodan bien jodido.

  ¿No te parece sorprendente? ¡¡Andrea Fabra habla como el sheriff Nick Corey!!
  Andrea Fabra, antes de cargarse a los parados, les suelta el mismo discurso: ¡Que se jodan!
  Para Andrea Fabra los parados deben ser como el tío John, apestan y van pidiendo que les jodan. Si tío Jonh no tiene amigos blancos que le ayuden, los parados no tienen amigos banqueros o socios europeos que los salven.
  ¿A quién se le ocurre? ¿Quién quiere un amigo así, parado y sin influencias?

 Andrea Fabra va por el Congreso como Nick Corey por Potts Country. Ya me imagino a Andrea Fabra en su despacho de Génova, con los pies encima de la mesa y echándose una cabezadita, como hace Nick Corey en el Palacio de Justicia.


Este es Nick Corey:




Y esta Andrea Fabra:






¿A que acojona? Ponle las gafas de sol con espejo y ese sombrero de tejano.
¿No son la viva imagen?

En fin, con esta gente en el Congreso, ¿quién quiere seguir leyendo novela negra?

http://www.youtube.com/watch?feature=endscreen&v=M7BMzYdtV-k&NR=1

miércoles, 11 de julio de 2012

Félix Grande





EL PRECIO DEL OLVIDO

Yo que me he demorado en los espejos interrogando si
te merecía,
yo que en el laberinto del idioma durante tantas horas he
buscado
palabras que nombraran tu vestido, tus pechos, tus ojos y
tu voz y tu pelo

hoy rehúyo saber como es mi cara y eludo los cristales y
el río y la caoba
mientras frenético le pido al valor y al lenguaje
los vocablos del frío, la escritura de la maldad, las sílabas
del odio.




DOLMEN DE SOLEDAD, LECHO DE FRÍO

La vida entonces sólo fue execrable.
Viví una época lóbrega, Loba:
sin una mujer en mi cama.
Marcado está en mi cráneo aquel escarnio,
como un arpón remoto.

Cada mañana era una herida augusta.
El día, una larga cicatriz de óxido.
Y la noche, el embozo con que se cubre a un muerto.

Todos los pasos que hube de dar solo
malditos fueron como años de peste.

Hablo con aquel tiempo oscuro
como el traidor con su conciencia.


Como el traidor con su conciencia, Loba.





CANDILEJAS

Te has incorporado a las cuatro de la madrugada emergiendo de tus ideas horizontales como de entre légamos turbios. Huidizo te has deslizado de la alcoba, igual que si tus ceceantes zapatillas hubieran pertenecido en otro tiempo a un criminal. Y ahora la vieja angustia, la querida muda y marchita, con su atroz mansedumbre y su abrazo gelatinoso, te enjaula una vez más en esa vigilia de corcho, que flota por el vaivén de tu cerebro sin bisagras. Te has sentado entre chispas locas de neurosis que arde, entre claudicaciones y cigarrillos henchidos de interrogación.

Que te hagan radiografías, ve al médico, al especialista, corre al hospital clínico. Acaso deberías respetar más al calcio o a la vitamina bedoce que a la desolación. Te repugna la idea de convertir a la tristeza en una metafísica. Que te miren el iris y la tensión y el pulso, que te investiguen los esputos, la orina, la sangre.

Pero has vuelto de nuevo a recurrir a la poesía. No como a un instrumento con el que el corazón se abre su paso persuasivo. No como a una escalera sobre la que la especie se acerca hacia la especie. Sino como a un consuelo, como a un frasco de vino, como a un vendaje, como a una capa de pomada.

Te insultas demasiado. También eso reposa, obnubila: pervierte. Las formas de la huida son numerosas como los minutos. Te insultas demasiado. Pero hay en ti muchas miradas tuyas superpuestas, que se relevan para verte, que hacen cola a la puerta tras la que tu existencia actúa. Por los pasillos que dan a tu escenario va un enjambre de trozos de conciencia que te observan con frialdad. Si te pusieras a llorar o a gemir empantanado en esta angustia solitaria, una parte de ti respondería con carcajadas como palos y piedras.

Estás vivo en la historia. Vivo en tu tiempo y tu país. Eso es todo lo que te ocurre. Y aquí no caben ya los mitos del estigma de los poetas. Y aquí no cabe ya el recurso de inclinarse ante la desgracia. Y aquí no cabe ya acuartelarse en estéticas pintorescas.Y aquí no cabe ya considerar que equivocaste tu camino. Y aquí no cabe ya memorar días menos desdichados. Y aquí no caben ya las migajas. Y aquí no caben ya proyectos que prescindan de un solo gramo de tu ser, de un solo gramo de tu estar. Pues la nostalgia de partir de cero es un error de adolescentes. Algo como obstinarse en crear un espejismo con unos pocos puñados de arena. Aquí no hay más que lo que hay: esta angustia que reflejas del mundo y a la que no puedes amar. Y esta conciencia que te mira de arriba a abajo, de derecha a izquierda, y a la que no podrás ya engañar mientras vivas. Y más tarde, la nada: el único absoluto.

Apaga ya las candilejas. Baja el telón a media asta. Acuéstate en el foso de los músicos. Besa la cara de quien tengas más cerca. Escucha una balada antigua y apaga ya las candilejas. Baja el telón a media asta. Acuéstate en el foso de los músicos. Qué silencioso está el teatro. Besa la cara de quien tengas más cerca.   

martes, 3 de julio de 2012

BSO de Balas de plata


Esta es la banda sonora original de la novela Balas de plata. A lo largo de la trama, en la radio del coche del "Zurdo" Mendieta, van sonando estos temas:




                                                                              There´s a kind of hush, Herman´s Hermits


                                                                    Like a Rolling Stone, The Rolling Stone



                                                                   A little help from my friends, Joe Cocker



                                                                                To love somebody, Janis Joplin



                                                                                      Proud Mary, Tina Turner



                           I little bit me, a little bit you, The monkees



                                                         My way, Frank Sinatra



                                             Questions 67 and 68, Chicago


                                                            
                                                                                    Mr. Tambourine, The Byrds

domingo, 1 de julio de 2012

Novelas para que no te lleve la chingada

  Del "Zurdo" Mendieta podríamos decir aquello que Jonh Wayne decía de sí mismo en Centauros del desierto: "Un indio persigue una presa hasta que cree que ya la ha perseguido bastante. Y luego se da por vencido. Se comporta igual cuando huye. No aprende que hay bichos que nunca se cansan y siguen adelante".
  Edgar Mendieta es un agente de la policía federal mexicana o, lo que es igual, es un bicho que nunca se cansa. Porque ni el archivo del caso por parte de su superior, ni el enfrentamiento con un pez gordo del narco, ni la oposición de la casta política aspirante al poder impedirán que "el Zurdo" siga adelante hasta resolver el asesinato del abogado Bruno Canizales, al que le han metido una bala de plata en la cabeza.
  Mendieta es también un perseguidor, un centauro del desierto mexicano, un tipo que, al igual que el soldado exconfederado Ethan Edwards, pertenece a esa raza de héroes solitarios, perdedores, incorruptibles, infatigables, desencantados y macerados con esa dureza que tanta ternura y fascinación despiertan.
  Torturado por el recuerdo de Bardominos, quien abusó sexualmente de él en la infancia, y perseguido por los sicarios del Queteco Valdés, nuestro poli acude asiduamente a la consulta del doctor Parra, el psiquiatra que le ayuda a superar el recuerdo de Goga Fox, la mujer que ama.
Claro que a veces una buena curda sobre la barra del bar donde reina la Cococha, un camarero homosexual, puede ser más terapéutico:

  Mendieta entraba en una borrachera suave, controlada, en la que jamás se consentía recordar salvo que debía rescatarse a sí mismo. La última vez que se lo permitió no fue a trabajar en una semana y fue necesaria la participación decidida de Ortega y Montaño para sacarlo de su postración. Doctor Parra, espero no verte en mucho tiempo, amigo; prometo que jamás volveré a ser débil y que, ante cualquier perturbación, me cortaré los huevos. Goga: evocó un rostro hermoso, una sonrisa, una forma de andar y bebió. ¿Por qué no vienes a recoger los pedazos? Están dispersos en las cloacas, mordidos por las ratas. La Cococha lo miró moviendo la cabeza: Edgar, sal de eso, mijo, el mundo está lleno de mujeres. No lo digas, carnal, no lo digas, no creas que no me asusta que todas esas mujeres se reduzcan a una. Es el amor, mi rey, y no tiene más que una salida; para nuestra desgracia es una trampa mortal, acuérdate de lo que me pasó con mi teniente coronel; tienes que salir, no hay de otra, mijo, ¿qué no eres hombre? Se acabó la cerveza y el tequila de golpe. El mesero movió la cabeza con desesperanza. El adicto creyente dejó su mesa, al no aparecer su proveedor se largó a otro antro.
 Una cerveza más y decidió marcharse. ¿Qué sería del hombre sin la noche? En su carro se tragó una pastilla Ranisen y masticó otra de Pepto para la acidez. Encendió el estéreo y corrió la versión de los Rolling de "Like a Rolling Stone", que consideraba fina y subyugante. Como una bendición, la manera de caminar de Goga  rumbo al baño ocupó su mente, pero sólo fue un instante. ¿Cimbreante viene de cimbra? Luego, escuchando a The Monkees, "A Little Bit Me, a Little Bit You", se fue a su casa en la Col Pop.

La novela de Élmer Mendoza de que hablo, Balas de plata, está escrita con la maestría de las grandes novelas negras. No le faltan la intriga de un caso que no se resuelve hasta la última página, un estilo ágil y seco donde se superponen el coro de voces de los personajes y de varios narradores, en una estructura un tanto enmarañada que remeda el ovillo que el "Zurdo" Mendieta tiene que desembrollar y la estupenda recreación de un ambiente que subraya lo que de terrorífico hay siempre tras de un asesinato.   
En este caso, la acción transcurre en ese mundo turbio de los cárteles mexicanos de la droga, la policía corrupta y los políticos sin escrúpulos. El melómano Edgar Mendieta, acompañado de su ayudante Gris Toledo, deambula por un escenario donde aparecen Mazatlán, camionetas Lobo y Hummers negras, Badiraguato, agua de tamarindo, tequila, Sonora, narcocorridos, el DF, lesbianas, el café Miró, la Universidad Autónoma de Sinaloa, Pedro Páramo, Ciudad Juárez, celulares, Smith & Wesson, encobijados y el club campestre Chapultepec.
No creo que actualmente haya en el mundo lugares que inspiren más miedo que estos.
Hacen falta muchos abrazos para no sucumbir en ese infierno:

  Descendió, demudado caminó por la acera. Se detenía. Avanzaba. Volvía a detenerse. Gris, a prudente distancia, comprendía que algo se estaba quebrando en su interior.
  Tres minutos permaneció en ese estado. Al final miró al cielo y se acercó a su compañera: Agente Toledo, ¿crees en el poder de los abrazos? Masculló que sí. Pues dame uno muy fuerte porque me está llevando la chingada.